En la cultura del centro
(1),
por ejemplo en Estados Unidos, el criterio pri
mordial de un promotor de diseño es alcanzar el máximo de tecnología posi
ble, ya que la mano de obra es cara. Los productos tendrán un mínimo de
tiempo real de uso, a fin de que sean declarados obsoletos y reemplazados
así por nuevos productos, gracias a la publicidad, la moda y el valor de signo
de los artefactos.
Por el contrario, en las culturas tradicionales campesinas (5), el criterio bási
co en la fabricación de objetos es cristalizar en cierta materia un valor de
uso. Para ello no se tiene capital o se lo tiene en mínima cantidad, no hay
prácticamente tecnologías sino técnicas artesanales tradicionales, pues la
mano de obra es muy barata, abundante y la única causa del valor de cam
bio del producto. El tiempo real de uso debe ser el máximo, y su obsolescen
cia a veces dura tanto como el propio usuario (lleva su ropa hilada a la
tumba). No hay prácticamente publicidad ni moda. Los signos, la cultura, han
delineado desde tiempo atrás el diseño de todos los artefactos.
Entre ambos extremos
(1
y 5) se encuentra el diseño de las oligarquías de
los países dependientes
(2j,
que imitan los criterios de
1
, pero con heterodi-
seño propio del país en el que se efectúa dicha imitación. La mayoría de la
población urbana, sin embargo, usa los criterios caóticos de una cultura de
masas (3). En este caso se imitan criterios del "centro" (ya que son bombar
deados por la televisión), sin capital ni tecnología (por ejemplo, el mismo
usuario construye su casa), con una abundante mano de obra barata, no es
pecializada, sin los criterios firmes del diseño artesanal ni los medios del di
seño tecnológico del centro.
Se trata de un ámbito contradictorio y miserable (en el cual se encuentra ac
tualmente el 50% de la población latinoamericana)
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