INTRODUCCIÓN
el tema y, ¿cómo decirlo?, este
agresor
se excusa de antemano con aquellos colegas de la División
de Ciencias Básicas que pudieran sentirse ultrajados porque un extraño se atreve a reflexionar
desatinadamente sobre sus temas. Aunque -en su descargo, y junto con otros diseñadores- el
autor sabe que irrumpe en terreno ajeno para hacer un llamado, una invitación al diálogo, con
el propósito de intentar tender un puente entre ambos campos del conocimiento. Tender este
puente será más que necesario a medida que la masificación de los
objetos inteligentes
del próxi–
mo futuro rebase nuestras maneras tradicionales de hacer diseño.
A continuación presentaremos un resumen de las ideas tratadas en el texto. En concreto, el
libro se estructura en dos grandes secciones: 1.
De la ideología de lo simple a la de lo complejo,
11. Aprender a diseñar como diseña la naturaleza.
La primera narra una historia de asociaciones
entre las formas regulares y simples con la geometría euclidiana, la ciencia clásica y la religiosi–
dad; señala también la obsesiva identificación de lo simple con lo geométrico y, por el contrario,
de lo complejo con lo irregular (tildado de
amorfo
u
orgánico).
Enfatiza la incapacidad de la
geometría euclidiana para describir las formas complejas de la naturaleza (¿a quién se le ocurre
dibujar un árbol con escuadra y compás?), y recuerda cómo la asignación de dimensiones ente–
ras (0, 1, 2 Y3) a los objetos naturales la condujo a convertirse, durante más de dos milenios, en
un ¡magnífico método para medir lo casi inexistente!; decimos esto porque desde el paradigma
de la geometría fractal no existen ni puntos sin dimensión ni rectas ni superficies ni volúmenes
puros en el universo. Así, puede afirmarse que la geometría euclidiana fue una fructífera inven–
ción histórica pero, al mismo tiempo, se trató de una hipótesis que al intentar
racionalizar
las
formas irregulares del mundo, las redujo a un estado de simplicidad tan idealizado que nos alejó
significativamente de los métodos de diseño empleados por la naturaleza [véase
Dos milenios de
creer en la ideología de lo casi inexistente].
Entre otras tantas vetas míticas que tomó el incierto camino hacia el conocimiento, tiempo
más tarde, la creencia en que un Dios perfecto hizo un mundo perfecto poblado de formas y
movimientos perfectos, condujo -entre otras cosas- a la ideología de lo simple, ya que si Dios
es orden y forma perfecta,
el
desorden es el mal que se agazapa como el demonio en las formas
irregulares (la astronomía ptolemáica concebida en torno a círculos y movimientos uniformes y
perfectos fue un ejemplo de ello) . En consecuencia, ya en el ámbito de los productos manufac–
turados , diseñar objetos ordenados, cuantificables, predecibles, simples y describibles mediante
los postulados de la geometría euclidiana, era mimetizarse con el Creador; mientras que diseñar
objetos desordenados, incuantificables y complejos, no susceptibles de ser descritos mediante
la geometría euclidiana, era como alejarse de ese Demiurgo y propiciar el quebrantamiento del
orden natural y el pecado. Aquí, la forma
impura
era pecaminosa en sí misma y un atentado a
la pureza destilada de las formas geométricas simplificadas (léase: euclidianas) . En este sentido,
orar era diseñar formas simples y desterrar las complejas; de aquí que también lo imperfecto
(formas percibidas como complejas) resultara ilegal, irreligioso, o ni siquiera se le diera el de–
recho a la existencia. Visto desde este supuesto -aunque creencias hubo muchas-, construir
formas simples en arquitectura era como rezar con piedra y acercarse devotamente al Supremo
Hacedor [véase
La ciencia clásica
y
su temprano amor por lo simple
y
lo lineal].
Más adelante, en una paráfrasis de Abraham Moles diremos que de lo simple como método,
se pasó a lo simple como frenesí, y del frenesí de lo simple al rechazo de todo lo complejo. Por
[ 11]
1...,3,4,5,6,7,8,9,10,11,12 14,15,16,17,18,19,20,21,22,23,...144