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¿DISEÑAR CON FRACTALES? ¡VAYA UN ABSURDO!
verdaderamente asumidas por la naturaleza; las segundas son una extraordinaria invención;
las primeras apenas se están reconociendo; las segundas (euclidianas) son todavía la única
geometría que mucha gente conoce.
4
Por añadidura, se entendió por geométrico a lo simple, quedando las formas complejas ex–
cluidas de ese reino, quizá como ejemplo de las imperfecciones y degeneraciones de nuestro
mundo sublunar
aristotélico, como formas que se resistían a la belleza eterna del mundo ideal
de Platón. Así pues, dada la naturaleza corrupta de nuestro mundo sublunar, a diferencia de
la nomenclatura recibida por las formas simples (círculo, triángulo, cuadrado, octágono, pa–
ralelepípedo, etcétera) y de los sólidos platónicos perfectos (tetraedro, hexaedro, octaedro,
dodecaedro, icosaedro), las formas complejas de la naturaleza ni siquiera merecieron el honor
de recibir nombres individuales, si bien genéricamente se les empezó a llamar
orgánicas
o sim–
plemente
¡amorfas!,
como si pudiera existir algo en el mundo carente de una forma concreta.
La vaga asociación de lo simple con lo geométrico y lo sujeto a ley, así como de lo complejo con
lo
a-geométrico
y fuera de la ley, facilitó la aparición de una ideología que todavía identifica lo
geométrico
con lo legal, lo bello, lo deseable y hasta con lo civilizado.
5
Incluso las matemáticas
clásicas atendían, en esencia, sólo a los problemas de las formas simples. Según Mandelbrot,
Jean Perrin observó que:
la geometría de la naturaleza es caótica
y
está mal representada por el orden perfecto de las formas
usuales de Euclides o del cálculo diferencial [...
]6
Bajo estas circunstancias, no hay por qué sorprenderse ante
el
hecho de que astrónomos
7
y ar–
quitectos
8
construyeran su ideal de belleza sobre una clase algo estrecha de abstracción,9 o bien,
sobre una abstracción que excluía sistemáticamente de su reino a las formas más interesantes
de la naturaleza, incluidos los rastros zigzagueantes de nuestro vagabundear por el mundo y las
complejas arborecencias de nuestros tejidos orgánicos. Ciertamente, la geometría euclidiana lo–
gró describir el movimiento de los planetas, de las mareas y de las bolas en la mesa de billar, pero
no fue capaz de describir ni la distribución de las estrellas ni turbulencias de ningún otro tipo.
la mayoría de los objetos que hay en nuestro alrededor, en contra de la idea que se tenía durante siglos de que las formas más comunes
son las descritas por la geometría euclidiana. ¡Estas han resultado ser las excepciones";
ibid.,
p. 154.
4
eJ,
james Gleick,
ehaos. Making a New Science,
Nueva York, Penguin, 1987, p. 94.
5
eJ,
Adolf Loos,
Ornamento
y
delito
y
otros escritos,
Barcelona, Gustavo Gili, 1972,
passim.
En este texto, escrito todavía duran·
te el primer tercio del siglo
xx,
Loos asociaba la simplicidad de lo clásico y la eliminación del ornamento con el avance civilizatorio;
entre otras cosas, proclamaba totalmente convencido: "La evolución cultural equivale a la eliminación del ornamento del objeto
usual" (p.44); "El ornamentista moderno es un retrasado o una aparición patológica" (p. 47); "[.. .] el hombre de nuestro tiempo que,
a causa de un impulso interior, pintarrajea las paredes con símbolos eróticos, es un delincuente o un degenerado" (pp. 43-44), y "El
hombre moderno que se tatúa es un delincuente o un degenerado" (p. 43).
6 jean Perrin, citado en Benoit Mandelbrot,
Los objetos fracta les,
Barcelona, Tusquets, Superínfimos, núm. 8, Serie Metatemas
13,
1987, p. 17; véase asimismo, jean Perrin, citado en Eliezer Braun,
op. cit.,
pp. 20 y21.
7
A pesar de sus obvias inconsistencias observacionales, la teoría ptolemáica de los movimientos circulares perfectos perduró
durante dos milenios.
8
Véase la afanosa búsqueda de la "proporción perfecta" en los templos de la Antigüedad Clásica por los arquitectos de los siglos
XV I
al
XV II I.
9
Cf,
james Gleick,
op.
cit., p. 94.
1...,12,13,14,15,16,17,18,19,20,21 23,24,25,26,27,28,29,30,31,32,...144