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¿DISEÑAR CON FRACTALES? ¡VAYA UN ABSURDO!
de la posterior obra piadosa del Creador. Nosotros, como todas las demás criaturas, somos parte
de ese orden y, por ello, nacimos sensibles al mismo. Ahora bien, como el demiurgo de Platón era
un ser absolutamente matemático, racional y ordenado, el universo ideal que diseñó para nosotros
tenía que ser, por necesidad, matemático, racional y ordenado y, como consecuencia, la forma de
los objetos celestes no tenía otra opción que la de ser tan perfecta como los círculos, las esferas y
los demás cuerpos platónicos perfectos. Aquí abajo, en cambio, en el
mundo de lo sensible,
los ob–
jetos naturales no podían ser más que pálidos reflejos de las formas celestes, reflejos deformados
por las irregularidades de las sombras de las paredes de la cueva de Platón al ser percibidas por
nosotros: los prisioneros encadenados en la cueva.
Pues bien, pasado el interludio medieval, el Renacimiento reafirma el enfoque platónico:
más allá del aparente desorden e imprevisibilidad del mundo de lo sensible, existe un orden
exquisito dentro del universo, orden regido por leyes simples que describen asuntos inmuta–
bles, tales como la energía total, el impulso, o la carga eléctrica.
1s
No obstante, la asociación
del orden universal con las formas y movimientos circulares persistió durante unos dos mil
años. Desde antes de Platón y Ptolomeo hasta su ruptura con Kepler (y su propuesta revolu–
cionaria del movimiento elíptico), los movimientos irregulares de los planetas se redujeron al
corsé de la ideología del círculo perfecto, obra inevitable de un Dios no menos perfecto. Aquí,
las anomalías de los movimientos percibidos se concebían como sujetas a un orden oculto,
pero finalmente circular (círculos dentro de círculos: epiciclos
ad hoc)
ya que -nadie dudaba–
debía prevalecer el orden cósmico (inventado por ellos) .
En estas condiciones, la idealizada pureza y perfección platónicas del mundo de la cien–
cia griega
16
y, más tarde, de la revolución científica, incluidos Galileo, Kepler, Descartes y
Newton, daban a todos la confianza de que
el
mundo era simple y se podía entender con leyes
simples .
17
Desde esta perspectiva, se piensa que detrás del desorden superficial del mundo
subyacen leyes matemáticas que explican su profunda armonía interior, leyes que desenma–
rañan el caos aparente tan pronto se lo ilumina con la luz de la razón. Además, si bien a
partir de Galileo se supone que hay un mundo escrito en lenguaje matemático, lenguaje cuyo
conocimiento puede ayudarnos a descifrar los misterios ocultos, para la mecánica clásica
newtoniana aparece ya un universo ordenado y predecible. No cabía la menor duda, en el
lapso de esos dos milenios, los científicos de la época estaban convencidos de que el caos que
perturba la estabilidad de los sistemas, ya fuera la del péndulo, o la del sistema solar, sólo se
originaba a partir de las contingencias aleatorias exteriores.
18
El orden era la consecuencia de
la ley, el desorden era su contrario y había que desterrarlo.
Las ecuaciones lineales y solubles aplicadas a los sistemas mecánicos, permitían segmentar
arbitrariamente la complejidad del mundo en piezas separadas, como
a machetazos,
para después
15
ej.
Moisés José Sametband,
op. cit.,
pp. 16 Y17.
16
ej,
J. Briggs
y
F.
D. Peat,
op. cit.,
p. 14.
17
"Para los pensadores como Galileo, Kepler, Newton o Einstein, todo ocurre como si Dios (o la naturaleza) hubiese elegido el
orden de las 'formas puras; las que cuanto más simples, se consideran tanto más bellas
y
verdaderas,
y
el ideal de la ciencia es hallar
a través de la razón ese orden
y
regularidad que están detrás del desorden aparente de la naturaleza'; Moisés José Sametband,
op.
cit.,
p.
15;
véasse asimismo pp. 16 Y22.
•8
ej,
J. Briggs
y
F.
D. Peat,
op. cit.,
p. 27.
1...,14,15,16,17,18,19,20,21,22,23 25,26,27,28,29,30,31,32,33,34,...144