1.
IMPACTO DEL PROGRAMA RENOVACIÓN
HABITACIONAL POPULAR A NIVEL FAMILIAR
1.1
Perfil Socio-económico
de la
Población
Beneficiaria
La vivienda
expropiada y sus iiabiUntes
Los criterios utilizados para determinar la
lista definitiva dc los predios expropiados, publi–
cada en el Diario Oficial los días 21, 22 y 23 de
octubre de 1985, no sólo deslindaron los alcances
territoriales del programa Renovación Habita–
cional Popular;
lambéin determinaron el perfil
socio-económico de la población a beneficiarse
por el programa.
Se trata de predios ocupados
mayorilariamenle por edificios de vivienda multifu-
inilitir do uU|UÍIorcs bajos (víase Coulomb cn cüte
volumen, capítulo 2). Inclu,sive, y a propósito dc
loK
motivos políticos del decrelo expropiatorio, los
predios afectados son, cnlre otras cosas, aquellos
que contienen viviendas arrendadas con contra–
tos prorrogados o "rentas congeladas" desde la
dócada de los cuarenta. En dos de las cualro
áreas-testigo, el 63% y el 21% de los predios ex–
propiados tenían uno o más contratos prorrogados.
El cuadro 1.1 permite apreciar lo reducido de
los alquileres mensuales pagados anteriormente
por las 573 familias encuestadas.
Como es sabido, gran parte de este acervo
habitacional lenía la forma de la vecindad: un
79% de las familias entrevistadas provem'a de esle
tipo de vivienda, porcentaje que se eleva a 90% al
considerar Cinicamcnte los beneficiarios de pro–
yectos de vivienda nueva. Esta solución arqui–
tectónica se deriva de la casa colonial con las habi–
taciones dispuestas en torno a un patio o pasillo
comunal. Igualmente conocidas son tas condicio–
nes deterioradas en las que se encontraban estas
viviendas.
Aún antes dc los sismos de 1985, la
mayor parte de ellas presentaban condiciones es–
tructurales precarias, si no ruinosas; muchas de
las viviendas no contaban con servicios individuales
y casi todas padecían altos niveles de hacinamien–
to'. Según los resultados de nuestra encuesta, un
48% de las faraUias había vivido en un solo cuarto y
otro 32% en viviendas de dos cuartos; el 39%, 36%
y 60% no tenía agua entubada, w.c. y regadera,
respectivamente, en su vivienda anterior.
Los residentes de la vivienda arriba referi–
da constituyen, entonces, el universo de la pobla–
ción beneficiaria del programa Renovación Habi–
tacional Popular. Estos residentes, por defini–
ción, reúnen una serie de características comparti–
das: son inquilinos; están acostumbrados a pagar
rentas muy bajas o, de hecho, insignificantes; están
igualmente acostumbrados a vivir en viviendas de
reducido tamaño y de mala calidad en cuanto a
estructura y servicios; están también acostumbrados
a vivir cn la misma vivienda o, cuando mucho, cn
el mismo barrio, ya que las bajas rentas y las venta–
jas relativas de la ubicación central han arraigado a
esta población a esla parle de la Ciudad.
Al
mismo tiempo, y Jurante mucho tiempo, la necesi–
dad de compartir servicios y espacios comunes,
el patrón introvertido dc la vecindad - peque–
ño mundo scpurndo dc 1« calle por ol ¿iiguán vigi–
lado - así como lu solidaridad obligudu por los
ticmpoK
difíciles han hecho dc los habilaniea del
inquilinato una comunidad distintiva.
La tras–
cendencia histórica de esla comunidad para el
futuro de la ciudad de México fue reconocida des–
de la concepción inicial del Renovación Habitacio–
nal Popular, al anunciar el programa bajo el enca–
bezado de "BARRIOS C E N T R A L E S : RA I C E S
DE N U E S T R A C I UDAD " .
Indcpendicnleraente de los rasgos impresos
en el perfil de la población bencficiaria del pro–
grama Renovación Habitacional Popular por su
forma de "habitat", ta comunidad de los inquilinos
(y ex-inquilinos) de los barrios centrales se de–
fine y se distingue por otras características socia–
les, menos obvias, pero igualmente importantes.
Estas características no son, sin embargo. Inva–
riables en el tiempo, ni implican la existencia de
una población socio-económicamente homogénea.
De hecho, por su propio arraigo, la población
necesariamente ha experimentado cambios radi–
cales en su situación social, acordes con las
transformaciones profundas sufridas por la socie–
dad mexicana a partir de la industrialización del
país.
Hace casi cuarenta años, el antropólogo
norteamericano Osear Lewis caracterizó a los habi–
tantes de las vecindades centrales como protagonis–
tas de una "cultura de la pobreza", aunque él mis–
mo reconoció que la pobreza siempre es relativa,
y que no todos los inquilinos de las vecindades
se encontraban con los mismos niveles de caren–
cias (Lewis 1961, 1974). Desde entonces, los re-