ser considerada como sujeto de crédilo bajo cir–
cunstancias normales. A nuestro juicio, la ima–
gen generalizada de la situación económica de esta
población está un poco distorsionada por dos con–
diciones.
En primer término, es necesario recalcar
que se trata de una población sumamente hetero–
génea en cuanto a su situación económica. Es–
ta heterogeneidad quizá no se refleja en los datos
disponibles sobre los ingresos familiares y de los
jefes de familia, ya que interviene otro factor con–
dicionante; la poca confiabilidad dc las res–
puestas dadas a la pregunta correspondiente
en los censos y encuestas. Una explicación de ello
es la reticencia natural, que existe a todos los ni–
veles socio-económicos, en divulgar la cantidad de
dinero que uno gana. Más importante, quizá, es
el hecho que una gran parle de esta población vi–
ve alejada del concepto de "ingresos mensuales".
Cuando se trata de las personas y familias en la es–
cala económica inferior, cuyos medios apenas les
garantizan un mínimo de subsistencia, entonces el
cálculo económico se hace dia a dia; el ingreso
mensual es la suma de la sobrevivencia cotidia–
na promediado, digamos, al año.
Pero, ¿cómo
computar y promediar un prestamito por aquí, el
ingreso raquítico por concepto de un trabajo
eventual por allá, la buena suerte o la ayuda soli–
daria dc los vecinos? En el otro extremo, los
mayores ingresos percibidos por los residentes o
ex-residentes
del
inquilinato central prob–
ablemente no se derivan de una nómina mensual si–
no de actividades productivas o comerciales in–
dependientes. Tales ingresos
na
sólo pueden ser
bastante erráticos sino lambién imprevisibles.
Por lo menos, cn la mayorfia dc los casos, no lle–
gan a registrarse cn los dalos disponibles sobre in–
gresos.
La misma situación relativa a la impre–
cisión de los ingresos, padecen las respuestas
captadas por la encuesta de los beneficiarios del
programa Renovación Habitacional Popular. Con
la desventaja mayor de que, para aquel entonces,
esta población ya había contestado varias encues–
tas sobre el particular. Es evidente que la ma–
yoría declaró ganar el salario mínimo - alrede–
dor de
16,000
pesos mensuales en diciembre dc
1986 - como la "respuesta esperada".
(Véase el
cuadro no.
l.H)
En lodo ca.so, se detectan lige–
ras variaciones en el nivel de ingreso declarado,
de acuerdo con el área-testigo y, sobre todo, con el
lipo de acción dc Renovación. En este sentido,
es notable que los jefes de familia beneficiarios
dc los
proyectos
dc rehabilitación tenían, en
promedio, mayores ingresos individuales que los
beneficiarios dc viviendas nuevas.
Esta relación
se presenta a ia inversa, sin embargo, al conside–
rar los ingresos totales familiares y por persona;
con la excepción de la Colonia Morelos, los mayo–
res niveles económicos parecen encontrarse entre
los habitantes de viviendas nuevas.
Más indicativas de la capacidad económi–
ca de la población beneficiada, son las respuestas
a la pregunta sobre la ocupación det jefe ( o de ta
jefa) de familia (Cuadro No. 1.9). Por to menos
la tercera parte de los jefes dc familia trabajaban
como empleados públicos o privados; sólo en la
C'ülonia Doctores encontramos menos empleados
y una mayor proporción dc obreros. El porcenta–
je de jefes dc familia que eran comerciantes tam–
bién es elevado, sobre todo en el área del Centro-
Merced. Así, como era de esperarse en una po–
blación residente dc la zona céntrica de una gran
ciudad, más de la mitad de los jefes de familia
trabajaba en el sector terciario; porcentaje que
posiblemente sería mayor al considerarse la to–
talidad de la población económicamente activa.
No obstante lo anterior, quizá la caracterís–
tica laboral más importante de los beneficiarios
del programa Renovación Habilacional Popular,
.se debe a que dicho programa atendió directa–
mente a sectores de la población normalmente ex–
cluidos de los sistemas de financiamiento habita–
cional convencionales.
En primer término, las
normas de operación financiera del programa Re–
novación permitieron que los jefes de faraüia sin
empleo alguno pudieran convertirse en titulares de
la vivienda. Un 17% de los jefes de familia en-
cuestados estaban sin trabajo, ya sea por estar
desempleados, o bien, por ser jubilados. En segun–
do lugar, entre los beneficiarios del programa fi–
gura un porcentaje relativamente alto - el 16%
en lolal, y el 2.1% en la Colonia Morelos - de
trabajadores por su cuenta, con y sin oficio es–
pecializado (Cuadro no. 1.9).
En resumen, a diferencia dc los progra–
mas de vivienda convencionales, el perfil econó-