del Zócalo, para mí, sobre todo, a causa de los libros. Cuando las
casas fueron demolidas me puse muy triste. Creo que hubiera sido
mejor entrar al Templo Mayor por el sótano de una de las vecinda–
des, en vez de derribar las casas vivas para excavar un par de ruinas
(entrevista con Salvador Mendiola, 24 de enero de 1997).
Hasta la construcción del Museo del Templo Mayor, la calle Semina–
rio, hoy cerrada a la circulación de vehículos, fue un importante eje
vial entre el Zócalo y
el
barrio comercial de Tepito, en el norte. Pero
también tras la inauguración del nuevo museo, en 1980, esta parte
del Zócalo mantiene su carácter de obra en construcción. En la dé–
cada de los ochenta aumentó el interés por la restauración, renova–
ción y reestructuración del centro
(CJ.
capítulo
n,
2). En la hilera de
casas que delimitan la pequeña plaza hacia el este, entre las ruinas
del Templo Mayor y Moneda, la calle aledaña, se reflejan claramen–
te las distintas fases y grupos de interés de esta nueva valoración:
una de las antiguas casas de la municipalidad, que se encuentra en
manos privadas, fue renovada ya a comienzos de la década de los
noventa, y una familia rica la usa como pensión. Hay otros dos edifi–
cios que en 1997 se encontraban aún en muy mal estado; en uno de
ellos hay una papelería-librería, y en el otro está el restaurante La
Catedral y una pequeña cafetería. Los pisos superiores parecían aban–
donados. En 1997 la Fundación Herdez, una de las más importantes
productoras de comestibles de México, abrió en otra edificación
una biblioteca dedicada exclusivamente a libros de cocina. En este
inmueble, restaurado en un estilo muy moderno, se efectuaron re–
cepciones para
gourmets
a las que fueron invitados chefs de la cocina
internacional. El edificio de la esquina (Seminario y Moneda),
el
cual sirvió como primera sede de la universidad colonial en
el
siglo
XVI,
es administrado hoy como propiedad por la Universidad Nacio–
nal Autónoma de México
(UNAM),
y fue remodelado y convertido en
centro de investigación urbanística; en la planta baja de este edificio
se encuentra la cantina más antigua registrada en la ciudad: El Nivel.
Sí, allí hay algunas fachadas de casas que han sido reformadas mu–
chas veces, sobre todo la esquina de Seminario, en la parte por donde
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