semana se queda ese día en casa con su familia. Por lo demás, la
jornada de trabajo no depende sólo de los días de la semana, sino de
las estaciones del año . La época de lluvias, entre mayo y agosto, es
para ella la peor, pues entonces el cielo se cierra con frecuencia
desde media mañana, y a cada momento puede desatarse un agua–
cero torrencial. La gente huye a las entradas del Metro .... de los edi–
ficios. Cuando Sofía no logra recoger a tiempo, se sienta en la silla
alta destinada a los clientes, bajo la protección provisional de plásti–
cos transparentes que coloca encima del carro.
En estos puntos registrados, en 1997, la limpieza completa de los
zapatos costaba cinco pesos; en 2000 valía ya siete (1,20-1 ,80 DM).
En un día promedio entre semana Sofía gana unos 120 pesos. Pero
los sábados a veces logra recaudar 200 pesos o más. Algunos domin–
gos, su novio Lorenzo, bolero en la Alameda Central, puede llegar a
ganar hasta 300 pesos .'
Hacia las 18 horas Sofía recoge sus cosas. Coloca su uniforme,
con los betunes y cepillos, en la pequeña caja bajo el asiento, enrolla
los toldos y cierra la armazón, de una forma que le permite llevar el
carro bien atado hasta
el
lugar donde lo guarda. Ese lugar está muy
cerca, en el patio interior de una de las antiguas casas medio derrui–
das, que aquí en
el
centro sirven muchas veces de campamento a los
ambulantes. En esa casa hay un baño público donde Sofía puede
bañarse y a veces, cuando la recogen su hijo o su novio, se compra
una gran botella de cerveza en el quiosco situado en el segundo piso
de la casa.
El puesto de boleado, con su banqueta extra para clientes en
espera o invitados, era un punto de partida bienvenido no sólo para
mí, sino también para los familiares y amigos de Sofía que la visita–
ban cuando iban de compras al centro. Así, de manera periódica
!>
Sofía parecía arreglárse las relalivameme bien con su dinero, sobre todo des–
de que también trabajaban los dos hijos mayores. Para gastos de más envergadura,
como, por ejemplo, un nuevo techo para su casa o un tratamiento estomatológico,
sí debía ahorrar largo tiempo. Hay un sistema privado de ahorro, la
tanda,
en el
que un grupo de pe rsonas paga una suma establecida durante un tiempo determi–
nado. Sucesivamente cada uno de los participantes recibe un crédito o un pago
provenientes del dinero reunido .
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