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se como base para cualquier propuesta o acción de
rehabilitación y reutilización. En ocasiones, lo atrac-
tivo de su situación o el interés de su estructura y
lo obvio de su antigüedad – por tratarse de cons-
trucciones que ya no se realizan – son factores de
atracción turística y entonces lo más simple consiste
en pensar que por el tipo de espacios y de volúme-
nes, sirven como “fondo” para actividades turísticas,
tal como suele suceder con las zonas arqueológicas
prehispánicas. En el momento en que la fortificación
se considera “fondo” y no “figura”, se está situando
en un segundo plano, en relación con la actividad
que se plantea en primer plano.
Por otra parte el entorno, natural o urbano, de la
fortificación puede tener el mismo efecto al situar a la
fortificación en un segundo plano, cuando este entor-
no es más llamativo o discordante y con elementos de
mayor altura o de grandes proporciones. Por otra par-
te, se puede lograr el efecto contrario, es decir el de
reforzar el primer plano o la “figura” de la construcción
histórica mediante el diseño y el control de su entorno.
En las fortificaciones del país que han llegado hasta
nuestros días, los paños de muros de defensa, bastio-
nes y murallas son de baja altura porque corresponden
a la época del desarrollo de la artillería y se mantiene
el modelo iniciado por Vauban desde 1670, con plantas
con formas de punta de flecha en los ángulos de los
recintos, para dominar los paños de muralla.
En México, como en muchos otros países, la
mayor parte de los recintos fortificados se establece
aprovechando la presencia elevaciones y de elemen-
tos topográficos favorables para dominar una exten-
sión marítima o territorial, generalmente urbana, sal-
vo en el caso de las ciudades costeras, como son
las de Veracruz y Campeche establecidas a nivel del
mar, aunque en este último caso se construyeron los
fuertes de San Miguel y San José, al exterior de la
ciudad, sobre colinas en la línea costera.
En los casos de fuertes costeros como el de
San Blas en Nayarit y el de Bacalar (San Felipe) en
Quintana Roo, edificados sobre elevaciones natura-
les, y en la orilla de las zonas urbanas, se ha con-
servado en forma adecuada el entorno natural y se
mantiene una relación dominante de la fortificación
en relación con el conjunto de estas ciudades, como
también sucede en Perote en el estado de Veracruz
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