Vicente Francisco Torres
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La vida en la plantación animaliza a los peones que cumplen
tremendas jornadas, inmersos primero en la atmósfera inmóvil de
calor; luego el cielo se llena de truenos y aguaceros que cesan
de súbito para que vuelva el calor. Y así durante todo el día. Los
moscos cobraban su cuota de sangre y las hormigas y alepates se
llevaban la piel a mordidas. Los cuerpos de la gente de la planta-
ción se llenaban de cicatrices purulentas y la piel se les cubría de
manchas leprosas.
El resto es historia común a los episodios de despojo en nues-
tro continente: para sembrar las matas de plátano, la compañía
derribaba los árboles de cedro, roble y laurel, que permanecían ti-
rados, pudriéndose para poder convertirse en abono. La compañía
tiene su propia tienda resguardada por capataces siempre prestos
a aumentar las deudas, propiciar el alcoholismo y cometer atrope-
llos. Cuando se acumula el banano, los gringos lo dejan tirado
para especular y el peón se quedará sin trabajo y lleno de deudas.
Mamita yunai
es una novela dispareja en el tejido de su argu-
mento, pero es dueña de una eficacia narrativa y una elocuencia
en sus tremendas escenas que la han hecho perdurable en la his-
toria de la literatura latinoamericana.
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En sus últimas páginas en-
contramos un discurso que el autor pronunció en la gran huelga
bananera de 1934, como ex dirigente de la Federación de Traba-
jadores Bananeros del Pacífico.
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Allí relata cómo los trabajadores
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Fallas en su adolescencia fue fervoroso lector de novelas rusas y españolas,
pero hasta muy tarde se consideró escritor. “A una periodista que le hiciera una
entrevista como
autor de una obra maestra
, le dijo: ¿
Mamita yunai
? Si eso no fue
más que un informe. Soy un trabajador bananero, un dirigente sindical, no un es-
critor. Mire, lo que yo escribí fue un informe a la organización, y la gente se empe-
ñó en que fuera un libro (…) A poco decidieron mandarme a la zona bananera,
donde había habido un problema con los trabajadores, con el objeto de reportar
para el periódico lo acontecido, y ese reportaje fue el primer trabajo que hice. Es
esa misión electoral a Talamanca, que se cuenta en
Mamita yunai
.Pero fui a casa
de una compañera, una escritora, Carmen Lira, y nos pusimos a conversar, y yo le
contaba el viaje y sus peripecias. Y ella se indignaba unas veces, y otras se reía. Y
me hizo escribirlo. Pero así como se lo dije a ella. Así mismo. Y empezamos a pu-
blicarlo en el periódico…” El título del libro era
A la sombra del banano
, “pero Car-
men Lira me sugirió el de
Mamita yunai
para ironizar la tendencia imperialista que
por aquellos días trataba de presentar la United Fruit como protectora de nuestro
pueblo.” Estos fragmentos de entrevistas con Fallas aparecen en el prólogo a la
edición cubana de
Mamita yunai
. Véase “Fallas: una expresión de vida”. Por Imel-
do Álvarez García, pp. 9-11.
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En la edición costarricense de
Principios
(1966), que se hizo a raíz del falle-
cimiento del autor, se reproducen unas palabras de Fallas en que decía que, como
una segunda parte de su famosa novela se quedó sin escribir, hizo lo siguiente:
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