Vicente Francisco Torres
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al comerse dos manos de guineo intuyó que ese producto podría
exportarse como un nuevo maná. Miró los plátanos con lupa, los
midió, los pesó e indagó el clima y la humedad que permitían el
nacimiento del portento. Con el pretexto de cazar mariposas ins-
peccionó la región y pronto llegó Jack Brown, con agrónomos, hi-
drólogos, topógrafos, agrimensores y abogados. Con ellos vino la
hojarasca y las esposas lánguidas de los gringos que construyeron
su colonia con ventiladores, puertas y ventanas cubiertas de mos-
quiteros. Pronto cercaron sus jardines, los colmaron de pavorreales
y codornices. Los alambres electrificados amanecían negros de go-
londrinas achicharradas. Cambian el curso del río y construyen
una presa adjudicándose prerrogativas sobre los habitantes de
Macondo. Los antiguos policías pueblerinos fueron sustituidos por
sicarios extranjeros.
José Arcadio Segundo incitó a la huelga a los trabajadores de
la compañía bananera en donde él mismo había sido capataz. Los
trabajadores pedían viviendas saludables y que no se les pagara
con vales de la misma compañía. La respuesta fue una matanza
sobre la que García Márquez transmite la incertidumbre que a él
le informaron. Los gringos prometieron algunas mejoras que se
materializarían cuando dejara de llover, pero vino un diluvio que
duró cuatro años, once meses y dos días. Pero cuando escampó,
la bananera se había ido, con todo y su hojarasca.
Al final de la novela, al último Aureliano Buendía le aseguran
que no hubo muertos ni la guerra que consumió tantas páginas
de la novela; es más, le dicen que la compañía bananera ni siquie-
ra existió.
En síntesis,
Mamita yunai
fue un libro de emergencia que
puede asimilarse al testimonio, a la novela de denuncia y a la no-
vela proletaria. Miguel Ángel Asturias afinó sus recursos colmados
en la escritura de
Hombres de maíz
(1949), que tanto celebrara
Luis Cardoza y Aragón por su aliento poético, por las alas de sus
mitos y la poesía que destila
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. Gabriel García Márquez recurrió a
la compañía bananera porque ella forma parte de la realidad in-
fantil que le permitió forjar su universo literario.
Cien años de so-
ledad
ofrece muchísimos elementos portentosos de los cuales se
puede hablar, como el tiempo y las situaciones circulares, la fun-
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Luis Cardoza y Aragón,
Miguel Ángel Asturias
. Casi novela, México, Edicio-
nes Era, 1991.
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