José Francisco Conde Ortega
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También es posible que, por eso y en esos momentos –o des-
de siempre–, avizorara ya los signos del desastre. Por eso, Riba, en
uno de sus muchos episodios de desesperanza, exclama:
Pronto cumpliré sesenta años. Desde hace dos, me persigue la reali-
dad de la muerte al tiempo que me dedico a observar lo mal que va
el mundo. Como dice un amigo, todo se acabó, o se está acabando.
No queda otra cosa que una gran masa analfabeta creada delibera-
damente por el Poder. Una especie de muchedumbre amorfa que
nos ha hundido a todos en una mediocridad general. Hay un inmen-
so malentendido. Y un trágico embrollo de historias góticas y edito-
res puercos, culpables de un monumental desaguisado.
1
Signos del desastre. Y le faltó enlistar los libros de autoayuda y
superación personal. Y como si fuera asunto del azar –aunque se-
pamos, con Jorge Luis Borges, que el azar no existe, que lo que
llamamos azar es nuestra ignorancia de los complejos mecanismos
de la causalidad–,
2
en los años cincuenta –1953– se publica
Fahrenheit 451
, de Ray Bradbury.
Ray Bradbury, como todos los autores de esa modalidad nove-
lesca que se ha llamado “ciencia ficción” o “de anticipación cien-
tífica”, a partir de un minucioso análisis de su realidad, previene a
sus contemporáneos sobre lo que podría ocurrir en un futuro loca-
lizado alrededor del año 2 000, si no se toman medidas para con-
trolar el insensato afán de la competencia tecnológica en perjuicio
de lo esencialmente humano. En
Fahrenheit 451
, esa insensatez se
ve reflejada en la quema de libros. Una sociedad ensoberbecida en
los avances de la tecnología, necesita ciudadanos obedientes, in-
capaces de cuestionar el Poder, ignorantes para ser fácilmente ma-
nipulables. Por eso deben desaparecer los libros, pues su lectura
obliga a pensar, a imaginar, a entender la libertad como esencia
verdadera de lo humano.
Por eso se crea un cuerpo especial de bomberos, cuyo trabajo,
en vez de apagar fuegos, es provocarlos para allí quemar los libros.
Guy Montag, personaje central y eficaz provocador de incendios,
en algún momento de su labor presencia cómo una anciana deci-
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Enrique Vila-Matas,
Dublinesca
, p. 178-179.
2
El autor de
Ficciones
, en sus luminosos ensayos a propósito de
La Divina Co-
media
, hace claras dos cosas: que lo que un autor quiso decir hay que buscarlos
nada más en su obra; y que la concepción generalizada del azar es errónea.
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