Tema y Variaciones 42 - page 179

José Francisco Conde Ortega
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insalvable. La incierta clase media, la consumidora de libros en la
época moderna, tiende a desaparecer. El poder económico, políti-
co y religioso debe mantenerse a toda costa. Por eso los discursos
políticos son cada vez más sosos y aburridos: se han repetido has-
ta la saciedad. Un pequeño esfuerzo de memoria –y de lectura–
bastaría para corroborarlo. Las “razones” para llevar a cabo la lla-
mada “reforma energética” ya están expresadas, tal cual, por un
diputado porfirista. El historiador Alejandro Rosas tiene los datos
perfectamente documentados.
Hasta hace pocos años, los puestos de periódicos ofrecían co-
lecciones de libros de literatura, filosofía, sicología, pintura… El
comprador podía adquirirlas a razón de un tomo por semana. Y
eran buenas ediciones, en pasta dura y un diseño de interiores ge-
neroso. Y a precios bajos. Ya no hay. Por otro lado, las autoridades
educativas imponen nebulosos programas de lectura que tienen
que realizar profesores que, en el mejor de los casos, apenas tie-
nen tiempo de cumplir con dos o tres jornadas de trabajo.
Algo verdaderamente risible, pese a lo trágico del asunto, es
la campaña en “favor de la lectura” del Consejo de la Publicidad.
Personajes desadaptados vociferan, sin convicción, que “leer es
divertido.” Uno observa sin mucho cuidado a estos “promotores
de la lectura”, y descubre, sin el mayor agobio, que ellos no leen
ni su horóscopo. Para ellos es lo mismo un libro que unas medias
de mujer o pastillas para adelgazar. Pero autoridades, anunciantes
y grupos en el poder tranquilizan su conciencia. Y abunda la lite-
ratura chatarra. La ya digerida y domesticada. Son los bomberos
renovados de la novela de Bradbury.
Pero la voluntad humana es resistente. Ha sobrevivido a otras
etapas similares. Siempre habrá subversivos que saben un poema
de memoria y lo comparten; que leen novelas para confrontar la
complejidad de la especie en su lucha con el mundo; que se con-
mueven ante la necesidad de Ulises por saberlo todo. Siempre ha-
brá quien acaricie un libro y lo resguarde junto a otros de su espe-
cia. Y siempre habrá quien, pese a todo, se esmere por construir
nuevas formas de solidaridad con lo humano a partir de la factura
de un libro, ese invento mayor de la humanidad, ese compañero
que, como el café en el poema de Vicente Quirarte, puede ser,
además, “el perro más fiel del solitario.”
Ciudad Nezahualcóyotl-
UAM-A
zcapotzalco, primavera de 2014.
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