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Tema y variaciones de literatura 42
car lo mejor de sí mismo. Es decir, en un tiempo en que el hombre
necesitaba una razón para legitimar el valor y convertirlo en he-
roísmo, la búsqueda del Grial pudo significar la elevación espi
ritual. Por eso permanece, en la memoria de la humanidad, la
imagen del caballero plena de valor, lealtad, heroísmo, justicia y
generosidad. Virtudes instauradas para siempre en las páginas de
los libros.
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Antonio Machado escribió que se miente por falta de imagi-
nación. Y el que imagina piensa, sueña y se eleva muy por encima
de la grosera realidad cotidiana. Conquista territorios insospecha-
dos y se atreve a lo imposible. Por eso deja testimonio de su paso
por el mundo. La cristalización de esa fe halla cobijo, resguardo y
escudo en las páginas de los libros; en la letra que enriquece la
memoria; en el trazo que templa la voluntad; en el tacto del papel
que acaricia los ensueños. Esto no lo entienden los tiranos, los
censuradores. Como no se atreven a imaginar, creen que su limi-
tada percepción de la realidad es la única. Inamovibles en su burdo
esquema mental, no admiten otras posibilidades. El que imagina
comparte sus anhelos; el tirano busca destruir lo que no entiende.
Quizás por esto el libro se ha convertido en el enemigo propicia-
torio del tirano.
En el capítulo VI de la primera parte del
Quijote
, Cervantes se
encuentra particularmente irónico. Ya ha presentado a su perso-
naje, quien sufre su primer descalabro. Cinco capítulos le han bas-
tado para trazar una ruta de desasosiego para el lector. Éste ya
sabe que la “locura” del hidalgo manchego es genial, elevada y
conmovedora. Este lector de novelas de caballerías solamente
quería la justicia en el mundo. Socorrer viudas y enfermos, ayudar
al necesitado y “
desfacer entuertos”
era demasiado para una socie
dad mediocre y prosaica. Había que declararlo loco. Y acabar con
el motivo de su locura: los libros de caballería que le habían confe
rido los ideales de justicia, libertad y amor al prójimo. Ya no era el
tiempo. Pareciera que nunca es el tiempo.
El capítulo, el del escrutinio de los libros, es, desde luego, un
acto de censura. El cura y el barbero –y el ama y la sobrina–, al no
entender una razón distinta de la propia, deciden quemar el mo-
tivo de la “locura” del caballero. Y aunque el acervo libresco del
hidalgo pasa por un escrutinio –¿valoración desde un solo punto
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Loc. cit
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