Tema y Variaciones 42 - page 77

Ezequiel Maldonado
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contar una nueva épica latinoamericana y, en ese dar voz, rescatar
a héroes indios del anonimato. En el zapatismo, los indios se cu-
brieron el rostro para ser vistos, por vez primera, por una sociedad
intolerante.
Estamos muy lejos de que
La tumba del relámpago
sea socio-
lógicamente exacta, moralmente edificante y políticamente eficaz
,
como serían algunos supuestos del indigenismo literario. Si lo
acerca a dicha narrativa lo históricamente verdadero pues, como
el propio autor comentó reiteradamente, se proponía novelar he-
chos históricos que siguió puntualmente pero supera los límites de
ese indigenismo al introducir una técnica narrativa más compleja,
una organización anecdótica heterodoxa y, sobre todo, una ironía
y rasgos de humor que tornan más creíbles a los personajes. Por
último, una ausencia en este ensayo que será importante analizar
se refiere al universo onírico de una obra que finca una de las es-
trategias narrativas en los sueños de sus protagonistas y en predic-
ciones que decidirán el presente y futuro de estos pueblos.
Las interrogantes de Genaro Ledesma hoy cobran una enor-
me importancia en el porvenir de estos pueblos; han estado en el
centro de una enorme polémica a raíz de la insurrección zapatista
en 1994. ¿Y si los libros se equivocan? ¿Y si el Partido se equivo-
ca? ¿Y si en los Andes la vanguardia revolucionaria no es la inexis-
tente clase obrera sino la esquilmada clase campesina? Tuvo que
mediar un arco temporal desde 1979 a 1994 en que preguntas
irrespetuosas fuesen certezas de rebeldes e irreverentes como los
indios zapatistas que remaron a contracorriente de las idas domi-
nantes de la izquierda mexicana al cuestionar y después mofarse,
en torno a conceptos considerados claves en los movimientos de
izquierda, sobre la clase obrera como vanguardia, sobre la coinciden­
cia o no de condiciones objetivas para un cambio revolucionario y
siendo parte de
una clase campesina reformista
. Los zapatistas, al
igual que los campesinos peruanos, no necesitaron la sabiduría
del partido comunista ni de otras siglas. La narrativa ¿y la histo-
ria? sigue absolviendo a un Scorza que en su Epílogo a
Redoble
por Rancas
ya había pronosticado: “Indiferente a la voluntad del
autor, la realidad de la que nacieron estas novelas sigue (y acaso
seguirá) escribiendo capítulos que nunca figuraron en La Guerra
Silenciosa”.
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