Contra un Diseño Dependiente - page 124

nuestra subjetividad, de nuestra ideología, de nuestros paradigmas mentales.
Es preciso acercarse al fenómeno con la suficiente apertura como para no
crear entre él y nosotros una zona de opacidad que termine por arruinar toda
posibilidad de conocimiento.
Por supuesto que no pretendemos ser diseñadores de conciencias química­
mente puras capaces de asumir la realidad hasta sus últimas consecuencias
sin que nada interfiera. El punto de vista personal, las inclinaciones propias
de cierta clase social, la educación, las experiencias anteriores, tienen que
ver con los enfoques que damos de las cosas, y son casi siempre inevitables.
El problema está cuando se convierten en algo de tal rigidez que no permiten
de ninguna manera acercarse a los fenómenos en todas sus implicancias. Es
esa opacidad la que arruina proyectos científicos de nuestros países, la que
no permite asumir fenómenos en totalidad, la que cierra el camino a la inves­
tigación y contenta al científico con problemas importados, dejando relegada
buena parte de nuestra realidad a la categoría de simples hechos.
Los procesos de decodificación requieren:
a)
una actitud crítica ante el fenómeno.
b)
un cuidadoso empleo de los términos (evaluación semiológica) .
c)
una actitud crítica ante las propias series mentales
d)
un respeto, pero a la vez una actitud vigilante, ante los aportes de
las disciplinas.
Cada uno de los puntos remite al otro. No es posible lograr
a
si no se logran
b
y c. A la vez la mala interpretación de lo que aporta
d,
una actitud sumisa
ante tales aportes, conduce casi siempre al error. Por eso, reiteramos, el di­
seño no puede relegar tareas, no puede dejar para otros el estudio del fenó­
meno y aguardar conclusiones y diagnósticos ajenos que fueron logrados a
partir de otros supuestos, que bien pueden estar inmersos en clisés, en se­
ries mentales.
Las afirmaciones precedentes recalcan que siempre se ha partido de prejui­
cios y de esquemas mentales. El hecho de que esto último sea la regla no
quita que intentemos cambiar las cosas. De lo contrario se corre el riesgo de
condenar nuestra disciplina a una situación de segunda o de tercera catego­
ría (cuando queda a disposición de los datos que le llegan de otras ciencias)
o bien dar cabida a enormes márgenes de error provocados por una actitud
ingenua y a menudo dogmática ante el fenómeno.
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