sus poderes en un gobierno capaz de salvaguardar la libertad y la igual–
dad primitivas; no formaban una horda, pero se habrían convertido en
una horda si no se hubiesen precavido de ello.
Este cambio de estado—henos aquí en el corazón dc la doctrina
de Locke—no pudo operarse sino
por consentimiento.
Solo este
consentimiento pudo fundar el cuerpo político.
Siendo los tiombres naturalmente libres, iguales e independientes, nin–
guno puede ser sacado de este estado y ser sometido al
poder político
de oiro sin su propio consentimiento, por el cual puede él convenir con
otros hombres juntarse y
unirse en sociedad
para su conservación, para
su seguridad mutua, para la tranquilidad de su vida, para gozar paci–
ficaraenle de lo que les pertenece en propiedad y para estar más al
abrigo de los insultos de quienes pretendiesen perjudicarles y hacerles
daño.
Locke insiste, se repite, para que ningún equívoco pueda reinar
sobre este punto: я de tal manera que lo que dio nacimiento a
una
sociedad
politica y
la estableció no fue otra cosa que el con–
sentimiento de cierto número de hombres
libres
capaces de ser
representados por el mayor número de ellos; y esto, y solo esto,
fue lo que pudo dar comienzo en el mundo a im
gobierno
legítimo».
Esto,
solo esto,
y no—como enseñaban los absolutistas—el po–
der paternal, del cual el poder real no habría sido sino la prolon–
gación. No hay ninguna relación entre el poder paternal y el poder
político. El niño nace libre, como nace racional, pero no ejercita
inmediatamente ni su razón, ni su libertad; el gobierno del padre
no tiene otra justificación que preparar al niño para ejercitar con–
venientemente, llegado el momento, esta razón y esta libertad, po–
nerle en estado de dar conscientemente su consentimiento (por lo
menos, tácito) a la sociedad política.
Esto,
solo esto,
el consentimiento, y no la conquista (otra tesis
absolutista):
Algunos tomaron la fuerza de las armas por el
consentimiento del
pueblo
y consideraron las
conquistas
como la fuente y origen de los
goblemos. Pero las
conquistas
están lejos de ser el origen y el funda–
mento de los Estados como lo está la demolicióa de una casa de ser la
verdadera causa de la construcción de otra en el mismo lugar. Es verdad
que la destrucción dc la forma de un Estado prepara frecucnlemeote et
camino para otra nueva; pero sigue siendo cierto que
sin el consenti–
miento del pueblo no
se puede erigir jamás ninguna nueva forma Je
gobierno.
De ahí se sigue que el gobierno
absoluto
no puede ser
legítimo,
no puede ser considerado como im gobierno civil, pues el consen–
timiento de los hombres en el gobierno absoluto es inconcebible.
¿Cómo puede imaginarse que los hombres quieran colocarse en
una situación peor que lo era la del estado de naturaleza y que
puedan convenir en que:
Todos, a excepción de uno solo, se someterán exacta y riguiosamente
a ias leyes, y que este úoieo privitegiado retendrá siempre toda la libenad
del estado de naturaleza, aumentada por el poder
y
hecha licenciosa por
la impunidad. Esto equivaldría a imaginarse que los hombres son bas–
tante locos para cuidarse mucho de remediar los males que pudiesen
causarles fuinas y zorras y para aceptar, en cambio—y hasta creer que se–
ría muy dulce para ellos—, ser devorados por leones.
(Hobbes y su 'Leviathan' están aquí visiblemente eil cl batiqiiHío.)
¿Cabe imaginar, con los absolutistas, que el poder absoluto
puri–
fica la sangre de los hombres
y
eleva la naturaleza humana?
¡Basta,
protesta Locke—en quien advertimos una mofa amarga—, haber leí–
do la historia de este siglo o de cualquier otro para estar perfecta–
mente convencido de lo contrario!
¡Cómo ha crecido en violencia ei tono! ¿Qué mosca !c ha picado
aquí a nuestro dulce Locke. a nuestro prudente Locke? Es la mosca
Estuardo. Piensa en Carlos II, en Jacobo 11, cómplices
dc,
Luis XIV,
ei tirano perseguidor, y hele ahí poniéndose a gritar un poco dema–
siado fuerte para su débil pecho.
Admiremos ahora la ingeniosidad con que Locke va a injertar,
sobre esta explicación del origen del gobierno civil, ia
distinción de
los poderes,
distinción que la lucha entre los reyes y cl Parlamento
habla grabado en todos los espíritus ingleses.
El hombre en el estado de naturaleza tiene dos clases de pode–
res,- Al entrar en ei estado civil se despoja de ellos en provecho
d e
la sociedad, que los hereda. El hombre tiene el poder de hacer lodo
lo que juzgue a propósito para su conservación y para la conserva–
ción del resto de los hombres; se despoja de él a fin
d e
que este
poder sea regulado y administrado por las leyes de la sociedad, и ias
cuales reducen en varias cosas la libertad que se tiene por las leyes
de la naturaleza». El hombre tiene, en segundo lugar, cl podtr
de
castigar
los crímenes cometidos contra las leyes naturales, es de-
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