"Esa misma inclinación natural ha llevado a los hom–
bres a reconocer que tan obligados como a sí mismos
están a amar a ¡os demás, porque si en todas esas cosas
son iguales, deben regirse por una misma medida; si yo
necesariamente tengo que desear recibir de ios demás
todo el bien que un hombre puede desear en su propia
alma, ¿cómo voy a poder aspirar a ver satisfecho mi
deseo si yo mismo no me cuido de satisfacer ese mismo
deseo que sienten indiscutiblemente los demás hom–
bres, que, por ser de idéntica naturaleza, tienen que
sentirse tan dolidos como yo de que se les ofrezca algo
que repugne a este deseo? De modo que, si yo causo un
daño, he de esperar sufrimientos, porque no hay razón
que obligue a los demás a tratarme a mí con mayor
amor que ei que yo les he demostrado a ellos. De modo,
pues, que mi deseo de ser amado, por mis iguales natu–
rales en todo lo que es posible, me impone ei deber na–
tural de consagrarles a ellos plenamente el mismo afec–
to. Y nadie ignora las diferentes regias y leyes que,
partiendo de esa igualdad entre nosotros y los que son
como nosotros mismos, ha dictado la ley natural para
dirigir !a vida del hombre"
(Eccl. Pol.,
lib. I), ^
§ 6.
Pero, aunque ese estado natural sea un estado
de libertad, no lo es de licencia; aunque el hombre
tenga en semejante estado una libertad sin límites para
disponer de su propia persona y de sus propiedades,
esa libertad no le confiere derecho de destruirse a sí
mismo, ni siquiera a alguna de las criaturas que posee,
sino cuando se trata de consagrarla con ello a un uso
más noble que el requerido por su simple conservación.
El estado natural tiene una ley natural por la que se
gobierna, y esa ley obliga a todos. La razón, que coin–
cide con esa ley, ensena a cuantos seres humanos quie–
ren consultarla que, siendo iguales e independientes,
nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad
' Se refiere a la obra de
R I C H A R D
H O O K E R
Laws of Ecclesias–
tical Polity,
en ocho libros, publicada en Londres,
I.
Windet,
1597.
(N. del
T
.J
o posesiones; porque, siendo los hombres todos la obra
de un Hacedor omnipotente e infinitamente sabio, sien–
do todos ellos servidores de un único S^ñor soberano,
llegados a este mundo por orden suya y para servicio
suyo, son propiedad de ese Hacedor y Señor que ios
hizo para que existan mientras ie plazca a El y no a
otro. Y como están dotados de idénticas facultades y
todos participan en una comunidad de Naturaleza, no
puede suponerse que exista entre nosotros una subordi–
nación tal que nos autorice a destruirnos mutuamente,
como si los unos hubiésemos sido hechos para utilidad
de los otros, tal y como fueron hechas las criaturas de
rango inferior, para que nos sirvamos de ellas. De la
misma manera que cada uno de nosotros está obligado
a su propia conservación y a no abandonar voluntaria–
mente el puesto que ocupa, lo está así mismo, cuando
no está en juego su propia conservación, a mirar por la
de ios demás seres humanos y a no quitarles la vica, a
no dañar esta, ni lodo cuanto tiende a ia conservación
de ia vida, de la libertad, de la salud, de ios miembros
o de los bienes de otro, a menos que se trate de hacer
justicia en un culpable.
§ 7. Y para impedir que los hombres atropelien los
derechos de los demás, que se dañen recíprocamente,
y para que sea observada la ley de la Naturaleza, que
busca la paz y la conservación de todo el género huma–
no, ha sido puesta en manos de todos los hombres,
dentro de ese estado, la ejecución de la ley natural; por
eso tiene cualquiera el derecho de castigar a los trans-
gresores de esa ley con un castigo que impida su viola–
ción. Sería vana la ley natural, como todas las leyes que
se relacionan con los hombres en este mundo, si en el
estado natural no hubiese nadie con poder para hacerla
ejecutar, defendiendo de ese modo a los ¡nocentes y
poniendo un obstáculo a los culpables, y si un hombre
puede, en el estado de Naturaleza, castigar a otro por
cualquier daño que haya hecho, todos los hombres ten–
drán este mismo derecho, por ser aquel un estado de
igualdad perfecta, en el que ninguno tiene superioridad