no se le señalaba a cada uno la parte correspondiente.
Aunque el agua que mana de la fuente es de todos,
¿quién puede dudar de que la recogida en un recipiente
le pertenece al que lo llenó? El trabajo suyo la ha
sacado de las manos de la Naturaleza, en las que era
común a todos, y pertenecía por igual a todos sus hijos,
y con ello se la ha apropiado para sí.
§ 29. Y esta ley de la razón asegura la propiedad del
ciervo al indio que lo mató. El animal pertenece al que
puso su trabajo en cazarlo, aunque antes perteneciese
a todos por derecho común. Esta ley primitiva de la
Naturaleza, mediante la cual empieza a darse la propie–
dad en lo que antes era común, sigue rigiendo todavía
entre quienes forman la parte civilizada del mundo.
Por virtud de esa ley, ios peces que uno pesca en el
mar, que todavía sigue siendo un inmenso bien común
del género humano, y el ámbar gris, que uno extrae
mediante su trabajo sacándolo de! estado común en
que lo dejó la Naturaleza, son propiedad de quien rea–
liza los esfuerzos necesarios. Incluso entre nosotros, la
liebre que se cobra durante una cacería repútase como
propiedad de quien ia persiguió. Siendo un animal que
está considerado como común, sin que sea propiedad
de nadie en particular, quien dedica a un ejemplar de
esa clase el esfuerzo necesario para desencamarla y
perseguiría, la saca con ello del estado de la Naturaleza
en que era común a todos, y ha iniciado con ello su
conversión en una propiedad.
§ 30. Quizá se objete a esto que si el recoger bellotas
u otros frutos de la tierra, etc., confiere un derecho so–
bre ellos, cualquiera puede acaparar ias cantidades que
bien le parezca. A lo que respondo que no es así. J ;i
misma ley natural, que de esa manera nos otorga el de–
recho de propiedad, pone al mismo tiempo un límite a
ese derecíio. "Dios nos ha dado todas las cosas en abun–
dancia," /'Confirma la revelación lo que nos dice la voz
de la razón? Pero /dentro de qué límites nos las ba
dado Dios? "Para gozar de ellas." El hombre puede
apropiarse las cosas por su trabajo en la medida exac–
ta en que le es posible utilizarlas con provecho antes de
que se echen a perder. Todo aquello que excede a ese
límite no le corresponde al hombre, y constituye la
parte de los demás. Dios no creó nada con objeto de
que el hombre lo eche a perder o lo destruya. Partien–
do de este punto y de la abundancia de recursos natu–
rales que desde siempre existían en el mundo, dado el
número reducido de quienes los consumían, y lo pe–
queño de la parte de tales recursos que su capacidad
de trabajo permitía a un hombre utilizar y acaparar en
perjuicio de los demás, sobre todo si ese hombre no
se salía de los límites fijados por la razón, de las can–
tidades que él- podía emplear, no podían producirse
sino pocas disputas y discusiones a propósito de los
bienes que de ese modo se apropiaban.
§ 31. Sin embargo, el objeto principal de la propiedad
no lo constituyen hoy los frutos de la tierra y los aní-
.males que en ella viven, sino la tierra misma, en cuanto
que ella encierra y provee de todo lo demás; yo creo
evidente que también en ese aspecto se adquiere la pro–
piedad de igual manera que en el anterior. La extensión
de tierra que un hombre labra, planta, mejora, cultiva
y cuyos productos es capaz de utilizar, constituye la
medida de su propiedad. Mediante su trabajo, ese hom–
bre cerca esa tierra, como si dijéramos, con una valla y
la separa de las tierras comunes. No se quitará valor a
su derecho diciendo que todos tienen el mismo título
que él a esa tierra, y que no puede, por ello, ni apro–
piársela, ni cercarla, sin el consentimiento de sus co–
posesores, es decir, de todos los hombres. Al entregar
Dios ei mundo en común a todo el género humano, le
ordenó también que tiabajase, y el encontrarse despro–
visto de todo le obligaba a ello. Dios y su razón le
mandaban que se adueñase de la tierra, es decir,, que
'a pusiese en condiciones de ser útil para la vida, agre–
gándole algo que fuese suyo: el trabajo. En consecuen–
cia, todo aquel que obedeciendo al mandato divino se
•idueñaba de la tierra, la labraba y sembraba una parce-
1...,137,138,139,140,141,142,143,144,145,146 148,149,150,151,152,153,154,155,156,157,...271