mentatia у sostenida por el marido y por la mujer hasia
que esié en condiciones de bastarse a si misma.
§ 79. Como la unión entre el varón y la hembra no
tiene, simplemente, por objeto la procreación, sino la
continuación de la especie, esa unión debe persistir,
mciuso, después de la procreación, mientras sea nece
saria para alimentar y proteger a los hijos, que deben
ser mantenidos por quienes los trajeron al mundo,
hasta que sean capaces de desenvolverse y de proveer
a sus necesidades por si mismos. Podemos comprobar
cómo las criaturas inferiores obedecen firmemente a
esta regia que ia sabiduría infinita dei Creador impuso
a las obras de sus manos. En los animales vivíparos que
se alimentan de hierba, la unión entre cl macho y la
hembra termina con el acto mismo de la cópula, porque
la hembra madre puede por sí mismii alimentar con su
leche a 1л cría hasta que esta pueda, por sí misma, ali–
mentarse de hierba. El macho se limita a engendrar,
sin preocuparse directamente de la hembra ni de sus
crías, no pudiendo contribuir en modo alguno a la
subsistencia de las mismas. Pero en los animales de
presa la unión subsiste durante un tiempo mayor,
porque la madre no se basta para proveer a la subsis–
tencia propia y a la de su numerosa cria, siendo, como
es, más difícil este modo de vida y más peligroso que
ol de los aríimales que se mantienen de hierba; por esa
razón es imprescindible la ayuda del macho para el
sostenimiento de la familia común. Fstn no puede sub–
sistir sino mediante los cuidados conjuntos del macho
y de 1a hembra, mientras los pequeños no estén en
condiciones de capturar por sí mismos sus presas. Lo
mismo ocurre con todas las aves (con excepción de
akunas domésticas, entre las que la abundancia del
alimento no e.xige que el aallo dé de comer y cuide a
la pollada). Entre las aves, la unión del macho y de la
hembra continúa hasta que la cría, que necesita ser
.ilimentada mientras está en ei nido, puede servirse
de sus alas y proveer por sí misma a sus necesidades.
§ 80, Ahí reside, en opinión mía, la razón principal,
si no la única, de que en la especie humaiia el varón
y la hembra se encuentren ligados por más tiempo que
entre los demás seres vivos, es decir, porque la hembra
es capaz de volver a concebir, y de hecho es corriente
que vuelva a estar encinta y traer ai mundo un nuevo
hijo, mucho antes que el pnmero salga de la dependen–
cia en que se encuentra con respecto a sus padres para
subsistir y pueda valerse a si propio. Por esa razón el
padre, que está obligado a cuidar de aquellos a quienes
él engendró, tiene que seguir ligado a la sociedad con–
yugal con la misma mujer durante un tiempo mucho
mayor que las demás criaturas, cuya prole, pudiendo
subsistir por sí misma antes que vuelva a tener lugar
otra procreación, da lugar a que se disuelva Dor sí
mismo el lazo conyugal y a que los padres queden en
libertad hasta que el himen los impulsa de nuevo a
aparearse y formar distinta pareja cuando llega la es–
tación habitual para ello. Al pensar en ello no puede
uno menos que admirar la sabiduría del (¡ran Creador,
porque, habiendo dado este al hombre la facultad de
proveer a sus necesidades futuras lo mismo que a sus
necesidades de momento, estableció la necesidad dc que
!a sociedad entre el bombre y la muier durase más
tiempo que la del macho y la hembra entre los demás
seres vivos. Con ello dio lugar a que se
a
industriosidad humana en la provisión y almacenamien–
to de bienes para su prole común, cosas ambas que el
apareamiento inseguro, fáciimente alterable y frecuente
en la sociedad conyugal, dificultaría en gran manera.
I 81. Ahora bien: aunque estos lazos impuestos ai
género humano, que dan firmeza y duración mayores
a la unión conyuga! de hombre y mujer que al aparea–
miento de otras especies de animales, parecen suscitar
!a pregunta de por qué razón este pacto no ha de poder
darse por terminado una vez aseguradas la procreación
y la educación y una vez proveído a la herencia; por
qué no ha de terminar por mutuo consentimiento en un
momento dado o en determinadas condiciones lo mis-