(Sin embargo, el tiempo dio autoridad у, según
quieren liacemos creer algunos, un carácter sagrado a
esa costumbre iniciada por la simplicidad negligente e
imprevisora de las primeras edades. Pero llegaron suce–
sores de muy distinta calaña, y el pueblo comprobó que
sus propiedades no estaban seguras bajo aquella clase de
gobierno'^ (siendo así que la finalidad del gobierno no
es otra que la de salvaguardar la propiedad); ní ellos
podían estar seguros y tranquilos, ni podían creer que
vivían en una sociedad civil hasta que el poder legisla–
tivo estuviese colocado en manos de сисфов colectivos
—llámeseles senado, parlamento o lo que mejor parez–
ca—. De ese modo, todos los individuos aislados que–
daban sujetos por igual, hasta los más insignificantes, a
las leyes que ellos mismos, como partes en la legislatura,
habían establecido, y nadie podía sustraerse por su pro–
pia autoridad a la fuerza de la ley, una vez dictada, ni
tratar de eximirse de ella alegando una pretendida su–
perioridad, para de ese modo poder permitirse atropellos
o dejar que los cometiesen otras personas que de él de–
pendían. En la sociedad civil no puede nadie ser excep–
tuado del cumplimiento de ias leyes. Y yo pregunto: si
puede una persona hacer lo que le place sin que nadie
pueda apelar en este mundo contra los daños que de
ella hubiese recibido, ni pedir reclamación y seguridad,
¿no se coloca con ello por completo dentro de! estado de
Naturaleza? En ese caso no puede formar parte ni ser
miembro de aquella sociedad civil, a menos de que ha–
ya quien sea capaz de sostener que sociedad civil y es–
tado de Naturaleza son una idéntica cosa. Yo no he
tropezado hasta ahora con nadie, por muy detensor
que sea de la anarquía, que haya afirmado cosa seme–
jante."
'3 "Pudo darse en los primeros tiempos el caso de que. al
iniciarse una forma determinada de régimen político, no se adop-
lase resolución alguna sobre las normas de gobernar, y que se
confiase todo a ta sabiduría y a la discreción del gobernante,
hasta que la experiencia puso de manifiesto los múltiples incon–
venientes de semejante situación, y que to que se había ideado
como remedio no bacía olra cosa que empeorar el mal. Compren–
dieron entonces los hombres que el sometimiento a la voluntad
de un sol hombre acarreaba la desgracia de todos. Eso los obligó
a dictar leyes en que cada cual podía informarse de sus obliga–
ciones y conocer los castigos que seguían a su transgresión".
IHooker:
Eccl. Pol.,
lib. I. sec. 10.)
"Siendo ta ley civil un acto dc la totalidad del cuerpo
político, se deduce de ese hecho que debe regir a todas y cada
una dc las partes de ese mismo cueri»". (Hooker,
Ibid.)