sus amos. Como estos hombres, según yo afirmo, per–
dieron e! derecho a la vida y a sus libertades al mismo
tiempo que sus bienes, y como su condición de escla–
vos ios hace incapaces de poseer ninguna propiedad,
no pueden ser considerados, dentro de ese estado, co–
mo partes de una sociedad civil, ya que la íinalidad
. primordial de esta es la defensa de la propiedad.
§ 86. Examinemos, pues, el parecido que ofrece el
señor de una familia con todas estas relaciones subor–
dinadas de esposa, hijos, criados y esclavos, reunidos
bajo las reglas domésticas de una familia, como un pe–
queño Estado. Aunque existe ese paiecido en cuanto
al orden a los oficios y también por lo reJucido de los
miembros que lo componen, sin embargo, difieren mu–
chísimo por su constitución, por el ejercicio del poder
y también por su finalidad. Y si se la quiere considerar
como una monarquía y al
pater familias
como un mo–
narca absoluto dentro de la misma, resultará que la mo–
narquía absoluta solo alcanza un poder muy fragmen–
tario y breve, pues de lo dicho anteriormente resulta
evidente que el señor de la familia solo goza de un po–
der muy concreto y de distinta limitación en cuanto al
tiempo y al espacio sobre las diferentes personas que
la componen. Exceptuando a los esclavos (y la famiÜa
lo es, haya o no esclavos en ella, no variando tampoco
el alcance del poder del
pater familias
porque los haya
o no los haya), no goza el señor de poder legislativo, ni
de vida y muerte, sobre ninguno de sus miembros, pu–
diendo la señora de una familia gozar de todos los po–
deres de que goza el
pater familias.
Pues bien: quien
solo tiene un poder muy limitado sobre cada uno de
los individuos que componen ia familia no puede po–
seer un poder absoluto sobre ei conjunto de la misma.
Sin embargo, estudiando en qué consiste la sociedad
política misma, veremos con mayor claridad en qué
se diferencian de ella la sociedad familiar o cualquier
otro tipo de sociedad entre seres humanos.
5 87. El hombre, según hemos demostrado ya, nace
con un título a la perfecta libertad y al disfrute ияш-
tado de todos los derechos y privilegios de la ley na
tural. Tiene, pues, por naturaleza, al igual que cualquier
otro hombre o de cualquier número de hombres que
haya en el mundo, no solo el poder de defender su pro–
piedad, es decir, su vida, su libertad y sus bienes, con–
tra los atropellos y acometidas de los demás; tiene
también el poder de juzgar y de castigar los quebran–
tamientos de esa ley cometidos por otros, en el grado
que en su convencimiento merece la culpa cometida,
pudiendo, incluso, castigarla con la muerte cuando lo
odioso de los crímenes cometidos lo exija, en opinión
suya. Ahora bien: no pudiendo existir ni subsistir una
sociedad política sin poseer en sí misma ei poder ne–
cesario para ia defensa de ia propiedad, y para castigar
los atropellos cometidos contra la misma por cualquie–
ra de los miembros de dicha sociedad, resulta que solo
existe sociedad política allí, y allí exclusivamente, don–
de cada uno de ios miembros ha hecho renuncia de
ese poder natural, entregándolo en manos de ia comu–
nidad para todos aquellos casos que no le impiden
acudir a esa sociedad en demanda de protección para
la defensa de la iey que eila estableció. Vemos, pues,
que al quedar excluido el juicio particular de cada uno
de los miembros, la comunidad viene a convertirse
en arbitro y que, ¡nterprentando ias regias generales
y por intermedio de ciertos hombres autorizados por
esa comunidad para ejecutarlas, resuelve todas las di–
ferencias que puedan surgir entre ios miembros de
dicha sociedad en cualquier asunto de Derecho, y cas–
tiga ias culpas que cualquier miembro haya cometido
contra la sociedad, aplicándole los castigos que la ley
tiene establecidos. Así resulta fácil discernir quiénes
viven jimtos dentro de una sociedad política y quiénes
no. Las personas que viven unidas formando im mis–
mo cuerpo y que disponen de una ley común sancio–
nada y de un organismo judicial al que recurrir, con
autoridad para decidir las disputas entre ellos y casti–
gar a los culpables, viven en sociedad civil los unos con
los otros. Aquellos que no cuentan con nadie a quien