bendi,
y la malvada concupiscencia hubiesen corrompi–
do las mentes de los hombres llevándolas a un concep–
to equivocado del auténtico poder y del honor) eran
más virtuosos y tenían por ello mejores gobernantes,
así como subditos menos viciosos. No existía entonces,
por'una parte, la invasora prerrogativa de oprimir al
pueblo, ni era necesario, por otra parte, suscitar dispu–
tas acerca de privilegios a fin de disminuir o restringir
el poder del supremo magistrado; por eso no existían
pugnas entre los dirigentes y el pueblo a propósito de
gobernantes y de gobierno
Ahora bien: la ambición
y el anhelo de goces pretendió en épocas posteriores
retener y acrecentar el poder, sin cumplir con las tareas
para las que ese poder había sido creado. Vino la adu–
lación a enseñar a los príncipes que sus intereses eran
distintos y separados de los del pueblo. Entonces fue
caando los hombres creyeron necesario examinar con
más cuidado los orígenes y los derechos del gobierno;
idearon medios para restriñir las pretensiones exage–
radas y para evitar los abusos de ese poder que ahora
se empleaba en daño de ellos, siendo así que solo para
su bien lo habían puesto en manos ajenas.
§ 112. Vemos, pues, de qué manera tan natural,aque-
llas gentes que eran naturalmente libres se sometieron
por su libre consentimiento al poder soberano del pa–
dre, o cómo, al reunirse varias familias para constituir
un gobierno, pusieron por lo general ese gobierno en
manos de una sola persona, y prefirieron estar bajo un
" "Pudo muy bien ocurrir en los tiempos primitivos, cuando
se iniciaba una forma determinada de régimen político, que
no se lomase ninguna resolución especial sobre ia manera de
gobernar, hasta que la experiencia hubo puesto de relieve
ios múltiples inconvenientes de semeiante situación, y que
aquello que habfa sido dispuesto como remedio venia, en
realidad, a agravar el mal en vez de curarlo. Entonce.s se
comprendió que el sometimiento a la voluntad de un solo
hombre equivalía a la desgracia de todos. Esto obligó a hacer
leyes en las que cada cual podía enterarse de sus obligacio–
nes, e informarse de los castigos con que se sancionaban las
rransgresiones de las mismas."
(
HOOKER:
Eccl. Pol..
libr,
I ,
sección 10.1
único soberano, sin pensar en límites de una manera ex-.
presa a ese poder, ni en reglamentarlo, porque se juz–
garon bastante salvaguardados por la prudencia y hon–
radez de su soberano. Pero jamás soñaron siquiera que
la monarquía fuese de
jure divino,
derecho del que ja–
más se oyó hablar entre el género humano hasta que
nos ha sido revelado por la teología contemporánea, de
la misma manera que tampoco aceptaron jamás ni que
el poder paterno incluyese en sí el derecho de soberanía
ni que fuese la base de toda clase de gobiernos.
Otra objeción que se hace contra esa clase de comien–
zos de las sociedades políticas es, según yo creo, la si–
guiente:
§ 113. "Que todos los hombres nacen sometidos a
uno u otro gobierno, siendo, por tanto, imposible que
hayan tenido nunca libertad e independencia para re–
unirse y constituir un gobierno nuevo, sin que hayan
sido tampoco capaces de establecer un gobierno legíti–
mo." ¿Cómo, pues, surgieron tantas monarquías legí–
timas, si este razonamiento es bueno? Si nadie, según
esa hipótesis, es capaz de exhibirme a un solo hombre,
en ninguna de las edades del mundo, con libertad para
dar principio a una monarquía legítima, yo me com–
prometo a exhibirle a otros diez hombres que tuvieron
libertad, simultáneamente, para unirse e iniciar un go–
bierno nuevo, bien bajo la forma de monarquía, bien
bajo otra forma cualquiera. Ello constituirá una demos–
tración de que si una persona que nació bajo la sobe–
ranía de otra puede tener libertad suficiente para ejer–
cer poder sobre otros en un imperio nuevo y distinto
de aquel en que nació, por ta misma razón cualquier
persona nacida bajo la soberanía de otra puede también
ser libre para convertirse en gobernante o en subdito
de una sociedad política distinta y separada. De modo
que, ateniéndonos a su propio principio, o bien todos
tos hombres, nazcan donde nazcan, son libres, o bien
solo puede existir en el mundo un príncipe legítimo,
un gobierno legítimo. En ese caso, soto les queda mos–
trarnos cuáles son ese príncipe y ese gobierno, y yo no
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