gir reparación, solo lo tiene la parte perjudicada. Ahora
bien: el magistrado, que tiene en sus manos, por el
hecho de serio, el derecho común de castigar, puede
muchas veces, cuando ei bien público no reclama la
ejecución de la ley, perdonar por su propia autoridad
el castigo de las infracciones del delincuente, pero no
puede, en cambio, condonar la reparación que se le
debe al particular por los daños que ha recibido. La
persona que ha sufrido el daño tiene derecho a pedir
reparación en su propio nombre,
y
solo ella puede con–
donarla. El perjudicado tiene la facultad de apropiarse
los bienes o los servicios del culpable en virtud del de–
recho a !a propia conservación, tal y como cualquiera
tiene la facultad de castigar el crimen para evitar que
vuelva a cometerse, en razón del derecho que tiene a
proteger al género humano, y a poner por obra todos
los medios razonables que le sean posibles para lograr
esa finalidad. Por eso, todo hombre tiene en el estado
de Naturaleza poder para matar a un asesino, a fm de
apartar a otros de cometer un delito semejante (para
cuyo daño no existe compensación), poniéndoles ante
los ojos el castigo que cualquiera puede infligirles, y,
al mismo tiempo, para proteger a los seres humanos
de las acometidas de un criminal que, habiendo renun–
ciado a la razón, regla común y medida que Dios ha
dado al género humano, ha declarado la guerra a ese
género humano con aquella violencia injusta y aquella
muerte violenta de que ha hecho objeto a otro; puede
en ese caso el matador ser destruido lo mismo que se
mata un león o un tigre, o cualquiera de las fieras con
las que el hombre no puede vivir en sociedad ni sentir–
se seguro. En eso se funda aquella gran ley de ia Natu–
raleza de que "quien derrama la sangre de un hombre
verá derramada su :angre por otro hombre". Caín sintió
convencimiento tan pleno de que cualquier persona
tenía derecho a matarle como a un criminal, que, des-
rués del asesinato de su hermano, exclama en voz alta:
"Cualquiera que me encuentre me matará." De forma
tan clara estaba escrita esa ley en ios corazones de
todos los hombres.
§ 12. Quizá alguien preguntará si, por esa misma
razón, puede un hombre en ei estado de Naturaleza
castigar con la muerte otras infracciones menos impor–
tantes de esa ley. He aquí mi respuesta: Cada transgre–
sión puede ser castigada en el grado y con la severidad
que sea suficiente para que el culpable salga perdiendo
con su acción, tenga motivo de arrepentirse e inspire a
los demás hombres miedo de obrar de la misma manera.
Toda falta que puede cometerse en el estado de Natu–
raleza puede también ser igualmente castigada en ese
mismo estado con una sanción de alcance igual ai que
se aplica en una comunidad política. Aunque me saldría
de mi finalidad actual si entrase aquí en detalles de la
ley natural o de sus medidas de castigo, lo cierto es
que esa ley existe, y que es tan inteligible y tan evi–
dente para un ser raciona! y para tm estudioso de esa
ley como lo son ias leyes positivas de ios Estados.
Estas solo son justas en cuanto que están fundadas en
la ley de la Naturaleza, por la que han de regularse
y ser interpretadas.
§ 13. No me cabe la menor duda de que a esta extraña
teoría de que en el estado de Naturaleza pcsee cada
cual el poder ejecutivo de la ley natural, se objetará
que no está puesto en razón el que los hombres sean
jueces en sus propias causas, y que el amor propio hará
que esos hombres juzguen con parcialidad en favor de
sí mismos y de sus amigos. Por otro lado, la malque–
rencia, la pasión y la venganza los arrastrarán dema–
siado lejos en ei castigo que infligen a los demás, no
pudiendo resultar de todo ello sino confusión y des–
orden, por lo que, sin duda alguna, Dios debió fijar un
poder que evitase la parcialidad y la violencia de los
hombres. Concedo sin dificultad que eJ poder civil es el
remedio apropiado para los inconvenientes que ofrece
el estado de Naturaleza; esos inconvenientes tienen
seguramente que ser grandes allí donde los hombres
pueden ser jueces en su propia causa: siendo fácil
imaginarse que quien hizo la injusticia de perjudicar a
..u hermano difícilmente se condenará a sí mismo por