enano, extraordinariamente nervioso y sensible, fue en la niñez
un prodigio intelectual y, lo que es mucho más raro, siguió sién–
dolo durante toda una vida que se prolongó hasta bien entrado
cl siglo Jtix. Dc este modo pudo Bentham permitirse descuidar el
ejercicio de su profesión, que le era desagradable, y dedicarse a
estudiar y escribir sobre Derecho, lo cual hiio con afición y lar–
gamente, a la típica manera del siglo xvm,
La base dc todos los trabajos de Bentham, de todas sus investi–
gaciones sobre Derecho, lo mismo que de
sus
numerosísimas esca–
padas a la politica, economía, moral y religión, la constituye una
filosofía especial, que se ha designado con el nombre de iiutilita-
rismoii. Consistía en la concepción dc que cada acto individual
debería ser juzgado con arreglo a su utilidad para aumentar la
felicidad, que es el (ibiemí o el ((interés ilustrado» del que lo rea–
liza. Acaso parezca tal concepción enteramente egoísta, y así lo
admitía francamente Bentham. Mas pretendía que, al servir sus
propios intereses y asegurar así su propia felicidad, cada hombre
servía necesariamente los mejores dc su prójimo y le acrecentaba
aquélla en el máximo grado, puesto que todo lo que conduce
a hacer desgraciado a nuestro prójimo ha dc redundar finalmente
sobre nosotros mismos del propio modo. Dc ahí que, de acuerdo
con el utilitarismo, la aspiración de la sociología debía ser fo–
mentar la máxima felicidad de los individuos.
"ILI
mayor bien
del mayor número»
( i ) .
Y el
Kprop'O
interés», se esforzaba Bent–
ham en demostrar, al estilo propio del
S
'glo xvm, tiene que ser el
((propio interés ilustrado».
Los primeros frutos de los estudios de Bentham, cl
Fragment
on Government,
aparecieron en
1776,
el año de la Declaración
de la Independencia norteamericana. Lo constituía principalmente
un
ataque contra los elogios de Biackslone a la Constitución bri–
tánica
y
un alegato en pro de la reforma dc las instituciones polí–
ticas, de modo que pudieran ser más racionales
y
conducentes a
la felicidad popular. Después, tras varios años dc meditación en
su hogar, singularmente apartado, lanzó Bentham cn
1789
un vo–
lumen aún más grandioso y celebrado, sus
Principies of Morals
and Legisltiiion,
en cl cual insistía en que el objeto de toda legis–
lación ha (le ser nel mayor bien del mayor número». Manifestaba
enorme admiración por las leyes y gobierno acabados de estable-
(1)
Eíia famosa trate, ([ue lu icrvido miiclio tiempo coroo epitome del
iiilliiarijmo, [lie cmpk.ida por Dcrcaria cn c( preíario tie .'11 tratado
[ie tos
delilot y de las penas
(1761), La idea era anterior a Beccarla,
ccrsc cn los Estados Unidos
e
incitaba con vehemencia
a
eus
propios compatriotas a imitar lo.s experimentos
de
ultramar'y a
promulgar una Constitución escrita sencilla y un Código legal
lógico. Desde entonces empleó Bentham no poco tiempo y es–
fuerzo en planear constituciones y códigos ('razonables» no sólo
para Inglaterra, sino, como buen humanitario y de espíritu am–
plísimo, para todo cl Universo igualmente. Jeremías Bentham
fue un defensor pertinaz de las reformas,
a
la par lógico y utili–
tario; un precursor distinguido
del
individualismo, el liberalismo
y el radicalismo modernos.
No es extraño que, en la nueva era
de
especulación social
—cuando se extendía el comercio internacional, aumentaban los
beneficios financieros, crecía el capitalismo a grandes saltos y se
llevaba a cabo una revolución agraria—, hubiera un buen nt'i-
mero de personas idlustradas» que tratase de buscar explicacio–
nes racionales a los fenómenos económicos, y que la economía
ocupase un lugar, junto a la política, la criminología y la His–
toria, entre las ciencias sociales.
La política económica predominante durante el siglo
xvii
fue cl mercantilismo, cuyo significado e importancia explicamos
ya. No estará de más recordar que la practicaban
los
gobiernos
españoles, portugueses y holandeses de la época, y seguían
en
Francia Richelieu y, sobre todo, Colbert; siendo buen ejemplo
de ella las Leyes de Navegación y otras ordenanzas mercantiles
promulgadas en Inglaterra bajo el mando
de
Cromwell y de Car–
los II, Y se puede también hacer observar que el mercantilismo
fue expuesto y defendido de modo más o menos científico
por
un
grupo de escritores del siglo
xvn, tales
como
el
italiano
Serra
(1619],
el francés Montchrétíen
(1615)
y
el inglés Thomas
Mun
(1571-1641).
£stos fueron
los primeros «economistas» modernos.
En
particular, Mun, mercader
cn Londres y funcionario de la
Compañía Inglesa de las
Indias Orientales, escribid un
Discourse
on England's Treasure by Forraigne Trade
—Discurso acerca del
tesoro de Inglaterra en
cl comercio exterior— que,
publicado
después
de
su muerte, en
1664,
constituía una exposición
minu–
ciosamente razonada y, al parecer, terminante
de los
principios
dc
la balanza comercial y de las ventajas econi5micai que
lograría
la nación cuyas exportaciones
excediesen de sus importaciones y
cuya riqueza
en
metales preciosos
aumentara continuamente.
Se
creó almultáneamente
la ciencia de la estadística. El. padre
de este
instrumento indispensable
para la moderna sociología.