sobre todo para la ciencia económica, fue John Graunt (i6so-
167,}),
mercero del este de Londres, que escaló la riqueza y la
influencia en la capital, y que, como entretenimiento, se dedicaba
я reunir estadísticas'de las muertes por diversos motivos y a pu-
blicarlas en un volumen de
Obiervaiions
(i66s},
que le valió cl
ser admitido en la nRcal Sociedad». Lo que para Graunt £uc un
pasatiempo lo convirtió pronto en una profesión William Petty
(iG
!3-iG87),
inglés acomodado, que se educó en Francia y los
Países Bajos y llevó a cabo, para el rey Carlos II, complicadas
estadísticas de Irlanda y otras partes de Inglaterra. Petty no se
limitó a ser un precursor de la ciencia de la estadística comparada.
Fue el primero que prescindió de las ideas mcrcantilistas, sugi–
riendo, en su
Treatise of Taxes,
que el precio de un articulo no
depende de la tasa del gobierno, sino de la cantidad de trabajo
necesaria para su producción.
Л medida que progresaba la ciencia económica en el siglo xviii,
cl mercantilismo parecía cada vez menos razonable. Deccaria,
profesor de Economía y de Derecho ( i ) , atacó al mercantilismo,
insistió en que el trabajo era la base del capital y formuló «leyes»
de la relación entre las subsistencias y el crecimiento de la pobla–
ción. Mis influyente que Beccaria fue, sin embargo, François
Quesnay (1694-1774), un burgués médico de cámara de Luis XV
de Francia. Estaba Quesnay seguro de haber descubierto una
•dey» de la circulación de la riqueza tan natural y forzosa en
economía como la ley de Harvey en la circulación de la sangre
en fisiología, y que, sometido a la prueba de tal ley, el mercanti–
lismo era erróneo y perjudicial. Hombre solemne y muy seguro
de si mismo, tal vez a causa de dichas cualidades adquirió la
reputación de ser un gran sabio. En su derredor se constituyó un
grupo de científicos y publicistas que, con una inefable seguridad
en sí mismos, se denominaban «los economistas», y a quienes la
Historia conoce con el nombre de «fisiócratas» (í). Quesnay y los
fisiócratas enseñaban que la riqueza de una nación procede de la
agricultura y la minería; que los fabricantes y comerciantes no
crean riqueza, sino simplemente la transforman o cambian, y. por
(1)
Hecciris fue
\я
segunda persona que desempelW una diedra unl-
vewitari» e-'perial dt Economía en Milin
(1768).
La primera Fue Cenoveíl.
en S.ilcrno
(17ГИ)-
Genovcsi era <k(ensnr del mercantiliiino,
fa)
He
distinguieron, cnire ellos, Dupont de Nemours, noble
y
anteceor
de ioJ Da Pont norieamencanns ; Ilandcau, sacerdo'e nilustrado",
y
el ronde de
Mirabeau, p:idre del revolucionario jete Francés. Turgot ( 1 7 1 7 - 1 7 8 1 ) , el polí–
tico franréí- nccpió gran parte <je !a doctrina ñ!Ío<TÍti(a.
consiguiente, las restricciones gubernamentales sobre ei comercio
y la industria son antinaturales y reaccionan contra los más altos
intereses económicos, que son los de la agricultura
(1),
Laissez
faire!
—que cada cual haga lo que le parezca— se convirtió en
el lema de la nueva libertad económica predicada por Quesnay
y sus discípulos.
Habla quedado para un escocés, Adam Smith
(1713-1790),
el
producir cl gran clásico de la economía política del siglo xviii.
Estaba Smith enteramente de acuerdo con el espíritu filosófico
de su época, con sus «derechos naturales», su "religión natural»
y sus «leyes naturales»; y, como profesor de «filosofía moral» de
la Universidad de Glasgow, se consagró a la pesquisa de las ieyea
naturales, con arreglo a las cuales podría aumentar una nación
en riqueza. Le ayudó en su búsqueda una temporada en Francia
y las relaciones personales con Quesnay y los fisiócratas; mas las
novedades de su obra clásica,
The Wealth of Nations
—La ri–
queza de las naciones—, aimque comprendieran gran parte de la
doctrina ñsiocrática, eran de un método mucho más inductivo,
de un contenido muclio más rico y de una argumentación muchí–
simo más convincente. Tenia Smith una idea bastante clara de la
complicación de los fenómenos económicos. Sostuvo hábilmente
que ni cl comercio ni la agricultura son fuente de riqueza, sino
sólo el trabajo. Defendió elocuentemente la división económica
del trabajo- E insistió, más eficazmente que ninguno de sus pre–
decesores, en que cada patrono, cada vendedor de mercancías, de–
berían seguir sus propios intereses económicos sin trabas ni impul–
sos por parte del Estado, pues, al hacerlo asi, «una mano invisible
le gula» a fomentar el bien de la nación entera. Que cl gobierno
aboliese todos los monopolios, todas las restricciones del comer–
cio, todas las cargas sobre la industria.
Laissei-faire!
Tal era,
según Adam Smith, el ideal que señalaba la sana ciencia social.
La «ciencia social» se enriqueció en el siglo xvni no sólo por
magistrales trabajos en el campo de la economía, de la política
y
de la Historia, sino también por un notable aumento de los
conocimientos geográficos y su utilización en cartografiar determi–
nados campos nuevos de empresas científicas, Al llegar el siglo xvm
abundaban los escritos de viajeros, mercaderes, misioneros
y
ex-
(1)
Hay que tener presente qoe Quesniy y los ruificraias llevaban a abo
su labor en los momentoi precisos en que se verificaba en Inglaitrra una
rcvoliiiriín agraria, cuando las mejoras agrkolss eran lo que тЛ.< íniercsaba
a loí "déspotas ilustradnsn del C^ntincnie, v cuando
R o u u n u
predícsba ta
bondad de
h
sencilla vida campestre.