inmoderada debilita el poder del honor y propicia el poder despótico. En
general, la monarquía es menos moral, menos justa y menos estable que la
democracia. Debe asegurar inmensas desigualdades hereditarias. Empero,
es compatible con (y la necesita incluso) una estructura legal escrita y no es–
crita que proteja la persona y su propiedad en su propia desigualdad. En
cuanto a Francia misma, Montesquieu nunca aconseja su viraje ya sea a la
virtud republicana o a la libertad inglesa. Sin embargo
Í.Í!S
corfiis
persas
reve–
lan su conciencia de la decadencia de la monarquía debida al absolutismo
real, la corrupción aristocrática y el eruiquec¡miento de la burguesía.
El despotismo existe donde un hombre gobierna de acuerdo con sus de–
seos sin ley alguna. Al describir este tipo de gobierno, Montesquieu por lo
general toma sus ejemplos de los imperios del Cercano Oriente y el sur de
Asia, así como en
Las cartas persas
fue oportuno hablar de los despotismos
de Europa, teológicos o seculares, a partir de comparaciones explícitas o im–
plícitas con los de Oriente, El despotismo hace uso de un auxiliar político su–
perior o visir que rige mientras ei déspota despilfarra. Su principio es el te–
mor, surgido por el ejercicio de la fuerza brutal especialmente sobre el
procer, quien de otra manera oprimiría a las masas. En este sentido el des–
potismo cumple una cierta función pública, pero también depende de que
sus subditos carezcan de virtud, honor
y
conocimientos, pues éstos son peli–
grosos para el régimen. Es el gobierno más inhumano, corrompido y estúpi–
do, y sin embargo prevalece entre los hombres. Un gobierno moderado pre–
cisa de condiciones especiales y habilidades especiales y en consecuencia
sólo se logra con dificultad. En Asia sobre todo, el clima y la geografía se
combinan para hacer inevitable el despotismo. Prospera en forma natural
entre poblaciones numerosas pero timoratas que ocupan territorios muy
grandes. En consecuencia, sólo un hombre que gobierna por medio de la
fuerza puede mantener urudo el pais y prevenir e! único mal mayor, la anar–
quía. Y en tales casos el despotismo es intrínsecamente incapaz de hacer
mejoras esenciales: su existencia misma depende del empleo permanente de
la violencia cruel y sanguinaria.
De las cuatro formas de gobierno, dos republicanas, Montesquieu consi–
dera claramente a la democracia como la mejor y al despotismo como la
peor. Es más difícil dirimir con precisión el por qué. Para ilustrar lo anterior:
la democracia es elogiada más por la virtud de sus ciudadanos que por la
libertad y seguridad que les ofrece. Sin embargo, tal virtud es considera–
da una pasión o un sentinúento, algo que todo ciudadano siente en virtud de
haberse criado en dicha comunidad. Esto quiere decir que la virtud funda–
da en la razón o el entendimiento y no en la pasión, la cual podemos deno–
minar virtud racional, no tiene preeminencia ni en la democracia ni en ias
tormas políticas inferiores a ésta. En suma, toda virtud con significación po–
lítica se mantiene en el nivel de la pasión y el prejuicio. Pero si la virtud de–
mocrática no se encuentra realmente en un nivel más alto que el deseo de li–
bertad y de seguridad, ¿debe ei filósofo político querer ia democracia ante
todo por su virtud?
Hay otro sentido en ei que se plantea esta misma dificultad. Considerada
políticamente, la pasión de la virtud es valiosa porque contribuye a crear
lina
democracia saludable. Su función por tanto es instrumental, sirve a otro
fin distinto de ella misma que es el verdadero objeto deseado. La democra–
cia podría compararse con una familia, en la cual algo semejante a un egoís–
mo colectivo anima a sus miembros, quienes identifican su propio bien con
el de la comunidad. Esta idea es coherente con la concepción de las necesi–
dades humanas que se presenta en el Libro
1.
Ahí la virtud nunca se presen–
ta como una necesidad natural del alma, deseable por sí misma en el sentido
en que es deseable la salud del cuerpo. La sociedad tiene su origen en el ser–
vicio de ias necesidades corporales, y en él se mantiene, necesidades como
la propia conservación, la seguridad económica
y
la satisfacción sexual. Si
es así, la virtud al igual que la libertad y la igualdad de la democracia debe–
ría apreciarse como los medios politices que permiten que tales necesidades
sean satisfechas de la mejor manera. Volveremos más adelante a la relación
existente entre la vida política y los bienes del alma.
3. L
A LIBERTAD
TOLmcA
Hasta este momento, en el análisis no se ha introducido ninguna forma de
gobíertio que tenga como principio la libertad. Esto se remedia en los libros
XI al XIII y en el último capítulo dei Libro XIX, La Inglaterra moderna es el
único país cuyas leyes tienen la libertad como su objeto directo. La libertad,
políticamente hablando, es el derecho de hacer lo que las leyes permiten.
Tiene dos aspectos; una constitución equilibrada y el sentido del ciudadano
de seguridad legal, donde la primera contribuye a este último. Su primer
requisito es la separación de ios tres poderes del gobierno —legislativo, eje–
cutivo y judicial— de manera que se encuentren en diferentes manos. Si dos
de estos poderes, o todos ellos, se combinan en las mismas personas, el po–
der se encontrará demasiado concentrado y el control será Insuficiente,
Montesquieu no divide los poderes del gobierno como lo hizo Locke.
Locke distinguió la función de llevar adelante la política exterior y la llamó
"federativa",
y
resumió tanto la ejecución de las leyes internas como el pro–
ceso de los infractores de la ley bajo el encabezado "ejecutivo". Lo que Mon–
tesquieu hace es unir en un solo poder la ejecución de las leyes internas y la
política exterior, concediendo a la vez independencia al poder judicial. Su
propósito, dicho en forma breve, es garantizar ai ciudadano una seguridad
aún mayor que la que era posible en el sistema de Locke,
Es preciso ser muy cuidadoso en distinguir entre el análisis de Montes–
quieu y el análisis tradicional o aristotélico de los poderes de! gobierno.
Aristóteles habia de las funciones deliberativa, magisírativa
y
judicial.
L
L
I
primera tiene que ver con la debberación con respecto a ios asuntos comu–
nes o las cuestiones comunes más importantes, como hacer la guerra y la
paz (y la política exterior en general), la elaboración de leyes, el juicio de los
cnmenes mayores y la designación de magistrados. En la función magistra-
, liva, compete a la autoridad dar instrucciones y órdenes en áreas más Umi-
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