Sabine George.
Historia de la teoria politica.
Ha. reimpresión,
México, FCE, 1988. 677 pp.
XXVIII. E L REDESCUBRIMIENTO DE LA COMUNIDAD: ROUSSEAU
HAÏ UN
gran abismo entie los escritores más caracteríiticos de la Ilustración fran–
cesa
y
[ean-[acqucs Rousseau. Su existencia era evidente pata
'naos
los inleicsados;
su naturalcia exacta no ha sido dcci'fida nunca. Diderot lo describió como "el
vasto abismo entre el cielo y el infierno" y dijo que el solo hecho de pensar en
Rousseau perturbaba su obra "como si tuviese a mi lado un alma condenada". Rous–
seau a su vez dijo que quienquiera que dudase de su honestidad "merecía la horca".
La querella resonó por toda Europa y la acritud de los ataques recíprocos de que
se hicieron objeto ambas partes es algo increíble. Aun el'problema elemenlal de b
honestidad personal sigue discutiéndose, aunque probablemente hoy son pocos
quienes creen que Diderot erj un hombre enteramente bueno y que Rousseau era
en leakdad un hipócrita. Thomas Carlvle dijo en una ocasión que sólo difería de
Sterling en sos "opiniones". Rousseau difería dc sus contempoiineos en todo
menos en sus opiniones; incluso cuando empleaba las mismas palabras les daba
un sentido diferente. Su carácter, su concepción de la vida, su escala de valores,
sus reacciones instintivas diferian esencialmente de todo ¡o que la Ilustración con–
sideraba como admirable. Los doce años transcutiidos entre 1744 y 17>6, que
pasó en París, le asociaron íntimamente con el círculo que escribió la Enciclopedia,
pero sólo produjeron en ambas paites la convicción de que allí Rousseau estaba
fuera de lugar.
Esta oposición,
y en
realidad todo lo que sobre filosofía y política esciibiú
Rousseau, deriva indirectamente de su personalidad compleja
y
desgraciada. Sus
Confesiones dan un cuadro muy claro de una personahdad profundamente dividida
en la que jugaron un papel importante morbosidades sexualas
y
religiosas, "Mis
gustos y pensamientos —dice— parecían fluctuar siempre entre lo noble
y
lo vil."
Sus relaciones eon mujeres, tanto las reales como las imaginarias, presenten una
sensualidad violenta que no consigue la satisfacción animal ní una efectiva subli–
mación, sino que desemboca en un torrente dc hntasía sentimental y actitudes
introspectivas. La disciplina, inlelecl:ual o moral, característica del calvinismo en
sus formas más vitales, no existió nunca para éi, Pero le atormentaban una con-
cii;ncia puritana, un profundo sentido del pecado y el miedo
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la condenación
eterna. Ello tuvo acaso pocos efectos en lo que hizo, pero produjo, a modo de
compensación, una buena cosecha de sentimientos morales. "Olvido fácilmente
mis desgracias, pero no puedo olvidar mis faltas y aún menos mis sentiniienlos
virtuosos," La apasionada creencia lOusseauniana en que ¡os hombres son natural–
mente buenos, de la que diio en una ocasión que era e! principio fundamental
de sus escritos éticos, era menos una convicción intelectual que una inversión de
signo de su temor innato de ser malo. Cargando la culpa a la sociedad pudo sa–
tisfacer su necesidad de condenación
y
protegerse a la vez con un mito confortable.
Este conflicto de la personalidad de Rousseau entre lo noble y lo vil, lo ideal
y
lo real, le robó toda satisfacción en su obra y toda confianza en el valor de ella.
La iniciación de una idea era como una luz celestial que resolvía "todas las con–
tradicciones de nuestro sistema social". La expresión no nos da ni la cuarta parte
de k vaga, pero deslumbrante visión. En sus relaciones sociales se movía coD un
penoso
ncapacidad, estupidez y falta de confianza en sí mismo. No
prece haberse sentido nunca a su gusto mis que con mujeres
y
en relaciones
prácticamente desprovistas de todo contenido intelectual. Era parásito por inclina–
ción y durante periodos considerables vivió en un estado dc semidependencia, peto
nunca pudo aceptar la dependencia con agradecimiento. En cambio, construyó en