у cuyos miembros "piensan con su sangte" ha resultado sei un óigano casi peí-
fee lo de U voluntad general,
ROUSSEAU
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EL DACIONALÍSMO
La filosofía política de Rousseau era tan vaga que apenas puede decirse que apun–
tase en una direcciún especifica. Es probable que cn la época de la Revolución.
Robespierre y los jacobinos ie debiesen la mayoi paite de sus doctrinas, ya que
su teoría de la soberanía popular y su negación de todo derecho adquirida al
gobierno b convenía, como dijo Gierke, en una especie de doctrina de la "revo–
lución permanente" muy adecuada a los propósitos de un partido democrática
radical. Por olra parte, en la concepción de la voluntad general no había en rea–
lidad nada que tuviese que ser compartido conscientemente por todo cl pueblo o
expresada sólo cn una asamblea popular. El entusiasmo de Rousseau por la ciudad-
estado democrática era un anacronismo. La pequeña comunidad de economía pre–
dominantemente rural, federada mediante unos vínculos ianos con otras comunida–
des semejantes, que acaso fuese la representación más literal de sus ideas, no tenía
ninguna importancia en Europa y sólo podía tener una importancia pasajera cn
América, Aunque Rousseau creía que la libre ciudadanía era imposible en ninguna
forma de estado que fuese de mayor tamaño, era inevitable, dadas ¡as circunstan–
cias, que el sentimiento suscitado por su doctrina diese por resultado
Ъ
ideali-
lacidn del patriotismo nacional. Así, por ejemplo, aunque en su ensayo sobre el
gobierno de Polonia aconsejase una politica de descentralización, la óuica eficacia
de la obra tenía que estiibaí en su apelación al nacionalismo polaco. Por otra
parte, calumnió reiteradas veces a los ideales humanitarios y cosmopolitas de la
Ilustración calificándolos dc mera falta de principios morales.
Dígase lo que se diga, hoy no quedan ya hanceses, alemanes, españoles, ni siquiera
ir^gleses; no hay sino europeos... Siempre que encuentran dineio que robar y mujeres
que corromper, se encuentran en todas partes en su casa.i^
El resultado neto fue una adaptación muy poco crítica del ideal de tiudada.
nía que habla existido en la ciudad-estado al estado nacional moderno que cons–
tituye una forma casi por completo distinta de unidad social y política. Asi se
idealizó el estado como encarnación de .odos los valores de la civilización n?cio-
ra!, al modo como la polis griega se había sobtepuesto a casi todos los aspectos
de la vida griega, aunque eu realidad ningún estado moderna hizo nada seme–
jante. Dc esle modo, sin ser nacionalista, Rousseau contribuyó a refundir el
antiguo ideal de la ciudadanía en una forma lai que pudo apropiárselo cl senti–
miento nacional.
Sin embargo, el nacionalismo no era una forma simple que actuase en una
sola dirección o impulsado por un solo motivo. Podía significar la democracia
y los derechos del hombre, como generalmente ocurrió durante la ¿poca de la
Revolución, pero podía significar también una alianza entre los aristócratas terra–
tenientes y la nueva aristocracia de la riqueza de la clase media. Podía barrer los
restos de las instituciones feudales para no conseguir sino edificar en su lugar
nuevas instituciones que se apoyarían con no menos vigor cn las lealtades tradi–
cionales y la subordinación de las clases. Era inevitable que el nacionalismo de
Trancia e Inglaterra, cn donde rio había dudas respecto a la unión política, fuese
" ConridéiJiic
le gouvememení dc Poío^nc. cap. m; Vaiighan, vol. Г1, p.
М2.
enteramente distinto del nacionalismo de Alemania, donde la aspiración a un
gobierno nacional cuyos limites coincidiesen con la unidad de la cultura alemana
había de sobreponerse pronto a lodos los demás problemas. La idealización hecha
por Rousseau de los sentimientos morales del hombre corriente había de encontrar
un eco inmedialo en la ética de Kant. Su significación plena, en especial su
idealización de la voluntad colectiva y de la participación en la vida común, apa­
reció en la filosofía alemana con el idealismo de Hegel. Sin embargo, el colecti­
vismo de Rousseau enígia una revalidación radical de la costumbre, la tiadíción y
la herencia acumulada de la cultuia nacional, cosas sin las cuales la voluntad
general no era sino una formula vacia. Esto equivalía, a su vez, a una revolución
completa de los valores filosóficos. Desde Ь época de Descartes había sido general
contrastar la costumbre con la razón. La tarea propia de la razón habla sido hbeiar
a los homhres de la servidumbre de la autoridad y la tradición, para que pudieran
ser libres de seguir la luz de la naturaleza, Esle era el significado de todo el
imponente sistema del derecho natural. El .sentimentalismo de Rousseau echó tá–
citamente a un lado todo esto. El idealismo de Hegel trató de entretejer la razón
y la tmdición formando una sola unidad —-la cultura expansiva de un espíritu o
conciencia nacional. En efecto, la razón había dc doblegarse al servicio de la
costumbre, la tradición y la autoridad, subrayando de modo paralelo ios valores
dc estabilidad, unidad nacional y continuidad de desarrolla.
La filosofía de Hegel concibió la voluntad general como el espíritu de la
nación que se expande y encarna en una cultura nacional y crea sus órganos en
una constitución histórica. Aparte de la incoherencia con que la presenta Rousseau,
el defecto patente de la voluntad general, tal como la expuso, era el carácter
extremadamente abstracto de su concepción. Era la mera idea
o
forma de una
comunidad, de! mismo modo que el imperativo categórico dc Kant era la mera
forma de una voluntad moral. Nada sino cl accidente histórico, por asi decirlo, la
unía al sentido dc peitenencía a una nación y a la idealización de la ciudadanía
nacional. La situación de Rousseau como extiaño en la vida nacional francesa, su
incapacidad moral para aliarse con una causa social cualquiera y el estado de la
poiítica francesa en
1a
época en que escribió conspiraron para impedirle dar a
la voluntad general ninguna encarnación concreta. Sin emirargo, Edmund Вшке
proveyó imediatamente a esta necesidad. Para Durke las convenciones de la cons–
titución, los derechos y deberes tradicionales de los ingleses, la presencia viva
dc una rica cultura nacional trasmitida de generación en generación no eran
abstracciones sino existencias reales, desarrolladas con cl calor del patriotismo
ardiente y cl aidor del sentimiento moral. En los últimos años de su vida la
violencia y el honor de ¡a Revolución francesa le impulsaron a romper con sus
hábitos de siempre y a exponer en términos generales la filosofía basándose en la
cual había actuado siempre. El resultado fue a la vez un contraste con Rousseau
y un suplemento a su doctrina. En Burke la vida colectiva dc Inglaterra llega a
ser una realidad consciente. La voluntad general se libera de su temporal servi–
dumbre respecto del jacobinismo y se convierte en un factor del tradicionalismo
conservador,
A lo largo de lodo el siglo xvm Ь tradición del racionalismo filosófico y el
sistema del derecho natural, que era su creación mSs típica, se encontraban en
un estado dc gradual decadencia. La negación que de ambos hizo Rousseau era
cn gran parte cuestión dc sentimiento; le faltaban la penetración intelectual y la
firmeza dc aplicación intelectual necesarias para criticar e) sistema en lugar del
cual colocó la autonomía del sentimiento, Pero esla critica existía ya, por obra
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