SIDO aiirmaT que los deiechos son sociales— que no justificaba ninguna inFereneia
respecto 9
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eitentiún cn que, dentro de la socjedad, podía dejarse prudentemente
a los individuos a merced de sus propios medios, A la vez, la posición general
era, desde luego, válida contra una teoría de los derechos naturales que no tomaba
en absoluto el bienesbir social.
Esta contusión que aparece en los argumentos de Rousseau dio origen a otra
paradoja especialmente importante c irritante, la paradoja de la libertad. Rousseau
comienza por asumir una caiga que pesa sobre las teorías egoístas, pero no tenía
que ]jesai sobre ól, siempre que intentase en realidad rechazar el egoísmo, a saber,
la de demostrar que en la sociedad el hombre puede estar cn una sihjacíón tal
que "no obedezca más que a si mismo". En consecuencia, emprendió nada menos
que la tarea de mostrar que en la sociedad no se produce nunca una verdadera
coacción y que lo que se considera como tal sólo es coacción en apariencia, cosa
que constituye una paradoja de la peor especie. Incluso un criminal desea su
propio castigo.
Asi, pues, paia rjue et pacto soeiil no sea una lónnula vana, contiene tácitamente este
compromiso. . . que quienquiera que se niegue a oliedccer a la voluntad geneial será
obligado a hacerlo por todo el cuerpo, lo que no significa olra cosa sino que se le obli–
gará a ler libie... condición que constituye el artificio y el )iiego de la máquina politica,
y única cosa que hace legitinios los compiomisos civiles, los cuales serian sin ello absurdos,
tiránicos y sujetos 3 los más enormes abusos.'^
En Otros términos, la ci>accíón no es realmente coacción porque cuando un hom–
bre quiere individualmente algo distinto de lo que el orden social le da. no
qiiieie sino su capricho y no sabe en realidad cuál es su propio bien ni cuáles son
sus propíos deseos.
Estfc tipo de argumento, utilizada por Rousseau y después de él por Hegel,
constituía un peligroso experimento de prcstidigilacion de ambigüedades. La Ij-
berlad se había convertido en b que Thorstem Veblcn denominó una palabra
"honoiHica", nombre de un sentimiento con el que quieren bautizarse hasta los
ataques a la hbertad. Era perfi;ctamcnte legítimo señalar que algun.is libci'adcs
no son buenas, que la liberad en una dirección puede comportar la pérdida de b
libertad en otra, o que hay otros valores políticos que en algunas circunstancias
se tienen cn mayor estima que la liberfcid. Estirar las palabras yr retorcerlas para
demostrar que la restricción de la libertad es en reaiid.id un medio de aumentarla
y que la coacción no es en realidad coacción, no sir\e sino para hacer más vago
aún el ya vago lenguaje de la política. Pero no era esto lu peor. Casi inevitable–
mente iba implícita en esa afirmación la de que un hombre cuyas convicciones
morales son contrarias a ¡as gencialmcnlc aceptadas cn su comunidad, es caprí
choso y debe ser eliminado. Esto no era acaso una inferencia Icgílima de. la
teoría abstracta de la voluntad gencrnl, va que la libertad de cuiiciencia es cn
realidad un bien social y no meramente individual. Peco cn todas tas situaciones
concretas la voluntad general tiene que identificarse con algún cueipo de opinión
real y el intuicionismo moral significa por lo común la identificación ile la Vnora-
iiflad con los cánones que gozan de general aceptación Obligar a un hombre a
ser libre es un eufemismo que oculta el hecho dt tiaccilc ))rc\tar olicditncia ciega
a la masa o al partido más fuerte. Robespierre hizo esta aplicación inevitable al
decir de los jacobinos que "nuestra \'olunlad es la voluntad gencN-xl".
» Ibid., I, vn.
Dicen que el terrorismo es el recurso del gobierno despótico.
¿Ei.
entonces, nuestro
gobierno como el despotismo? Sí. del mismo modo que la espada blandida por la mano
del liéroc de la libertad, es como
b
espada de que eslán armados los satélites de la
tiranb... El gobierno de la Revolución es el despotismo de Ь libertad contra la tiranía."
La voluntad general, como dijo repetidas veces Rousseau, tiene siempre razón.
Esto es una mera repetición de palabras, ya que la voluntad general representa
el bien social, que es la paula de justicia. Lo que no es justo no es la voluntad
general, Pero ¿en qué lelación se encuentra ese derecho absoluto con los múl–
tiples y contradictorios juicios acerca de él? ¿Quién tiene derecho
в
decidir qué
es justo? Los intentos hechos por Raus.sc^u para contestar a estas preguntas dieron
por resultado múltiples сon tía diceiones y evasiones. Unas veces dijo que la volun
tad general se refiere sólo a problemas generales y no a personas o acciones par
ticulares, dejando asi su aplicación al juicio privado, pero tal solución es contia-
dictoria con el aserto de que la voluntad general determina b esfera del juicio
privado. Otras intentó hacei la voluntad cenciai equivalente a la decisión de la
mayoría, pero esto implieaita que la mayoría tiene siempre razón, cosa que cierta
mente no creía. En otras ocasiones habla como si la voluntad general se registrase
automáticamente haciendo que las difeiencias cíe opinión se cancelasen entre
si. No es posilrfe refutar esta opinión, pero tampoco es posible demostiaib.
Equivalía a decir que las comunidades —estados o naciones— tienen una facultad
inescrutable que les pennite discernir cuál es su bienestar
y
su destino, Rousseau
dio origen al culto romántico del E'upo, y eslo constituye la diferencia funda
mental entre su filosofía social y el individualismo contra el que se rebeló. El
racionalismo centraba su sistema de valores en la cultura del individuo, en la
ilustración intelectual y la independencia de juicio y de iniciativa. La filosofia de
Rousseau subrayaba el engrandecimiento del grupo, las satisfacciones derivadas
de la participación y el cultivo de lo no-iacioual
En la inleneión de Rousseau la teoría de la voluntad general disminuía mucho
la importancia del gobierno. La soberanía pertenece sólo al риеЫо como cuerpo,
en tanto que el gobierno es un mero órgano que tiene poderes delegados que se
le pueden retirar o modificar según lo quiera la voluntad del pueblo. El gobierno
no tiene ningún derecho adquirido como los que le había dejado la teoría pac-
tista de Locke, sino que ocupa simplemente la posición de un comité. Rousseau
concebía eslo en el sentido de escluii toda forma de gobierno represen la Iivo, ya
que la soberanía del pueblo no puede ser representada. El único gobierno es, por
lo tanto, ta democracia directa, cn la que los ciudadanos pueden estar presentes en
la asamblea comunal. Aparte de la admiración de Rousseau por )a ciudad estado, no
resulta muy claro por qué
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de estar restringida la voluntad general a esta
única forma de exprisión. Creía, sin duda, que la teoría de la soberanía popular
reducía e! poder del ejecutivo, pern esto era una ilusión. En efecto, aunque "el
pueblo" tenga todo el poder y toda la rcciitud moral y toda la sabiduría, un
сисфо de este tipo no puede, en cuanto tal, expresar su voluntad ni ejecutarla.
Cuanto más se exalta a la comunidad, tanla más autoridad tienen sos portavoces,
lo mismo si se les llama representantes que si se les denomina de otra manera. Inclu
so los partidos y facciones, que Rousseau detestaba con tanta firmeza, tienen más
probabilidades de fortalecerse que de delibitarse con la .soberanía софога11уа. Una
minoría bien regimentada, cuyos líderes están convencidos de su propia uispiraeión
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DiieuiH) I li Convención Nicíduj!, ! de Icbreio de
Í79i, Monileía
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