hombre considerable liberUd, у la ausencia de dinero contribuye a crear
una igualdad casi completa de posesiones y en consecuencia una mínima
explotación. La autoridad política se encuentra en manos del fuerte, el sabio
y el viejo. Las guerras son cnieles y la toma de esclavos es práctica normal.
El castigo del crimen es también brutal y cruel. Por último, la religión y con
frecuencia los sacerdotes tienen ya gran influencia.
Esta descripción del hombre primitivo puede ayudar a aclarar el verda­
dero sentido de la ley natural. La ley natural consiste en aquellos derechos
y deberes de los individuos
o
de las naciones que deben respetarse en to­
das partes por el bien que producen. En este sentido, la ley natural es natu­
ral a ia humanidad. Pero no porque sea natural en el sentido de formar par­
te originalmente de la conciencia del hombre o de constituir en el origen un
anhelo con fundamentos morales. Tiene dos aspectos diferentes; por un lado,
el derecho a la propia conservación y libertad de los individuos y las nacio­
nes; por el otro, las obligaciones mutuas que vinculan a los miembros de la
familia. Sólo éstos han de ser universales entre el género humano.-En reali­
dad, las diversas cláusulas de ia ley natural difieren en el grado en et que
son verdadera mente respetadas y también en el momento de su origen en la
historia humana.
La versión que da Montesquieu de la ley natural va mucho más allá en dos
puntos de la práctica de naciones, incluso las civilizadas. La esclavitud per­
sonal, afirma, es legítima sólo en un caso: el de una esclavitud benigna, con­
tractual, en un despotismo político. En cuanto a la necesidad de la esclavi­
tud violenta, él se inclina hacia la idea de que es posible conseguir mano de
obra libre incluso para el peor de los trabajos aun en los climas más tórridos.
.A.rgijmenta en contra de Aristóteles que la esclavitud es nociva tanto para el
amo como para el esclavo, y que nadie, por naturaleza, nace para ser esclavo.
También se niega a conceder la afirmación de ios juristas romanos de que la
captura en la guerra y por deudas es razón suficiente para la esclavitud. Al
mismo tiempo, sin embargo, reconoce que todos los hombres tienen un de­
seo profundamente arraigado de disfrutar del servicio ser^'il de otros.
Montesquieu parece haber pensado que la obra del cristianismo al poner
fin a la esclavitud en Europa podría extenderse con la ayuda de la ilustra­
ción cosmopolita y la apelación a ta compasión humana. Es menos optimis­
ta
РП
cuanto a la posibilidad de terminar con las guerras, aun en Europa. .Л
pesar de la mitigación moderna de la guerra misma, y de la gran indulgen–
cia de los acuerdos de paz, difícil sería decir que Europa se inclina hoy más
hacia la paz, y sigue estando armada hasta los dientes. Montesquieu sos–
tiene que la única guerra [usta es la que se hace en propia defensa, y e! úrtico
trato justo de un territorio conquistado es aquel que intenta consen.-ar la
conquista en lugar de destruir u oprimir a tos vencidos. Sin embargo se ve
obligado a admitir que las relaciones internacionales siempre han sido con–
ducidas, y seguirán siéndolo, por un interés egoísta y por la fuerza, más que
por acuerdos
o
consideración de los derechos de los otros.^ Las naciones
decentes hacen caso omiso de este hecho por su cuenta y riesgo. Parece,
pues, necesaria la conclusión de que será más difícil persuadir a la humani–
dad de desistir de la guerra que de la esclavitud.
Estos ejemplos también muestran que la ley natural, como dictado de la
razón en pro del bien humano, en cierta medida exige la restricción de las
tendencias naturales dei hombre hacia la preocupación por ei propio in–
terés. Las leyes naturales que se observan en todas partes (por ejemplo: la
preocupación por la familia) probablemente no se originaron en un propósi–
to justo y racional sino en las pasiones mismas dei amor propio, en cierta
medida. Las leyes naturales que se observan mucho menos quizás consti–
tuyen dictados de la razón que no logran extenderse, precisamente porque
carecen de fundamento suficiente en las pasiones humanas. Parecería, pues,
que las dotes naturales u originales del hombre no le permiten por sí mis–
mos y de manera iiunediata convertirse en un ser nioral y reflexivo.
Maquiavelo y Bacon habían planteado en la época moderna la pregunta
de si las necesidades naturales y sociales, y el destino, ponen algún límite a lo
que pueden lograr el conocimiento, la voluntad y et poder hum.anos. Locke
ha implicado que los hambres podrían establecer sociedades libres según el
modelo inglés en todas partes: lo que tenían derecho a hacer —es decir, re–
emplazar los regímenes antiguos de todo tipo con el nuevo individualismo—
era posible. Montesquieu comparte esta admiración por la libertad moderna
y va incluso más lejos que Locke concibiendo medios para garantizarla. Pero
el modelo inglés es absolutamente imposible en Asia y muy improbable aun
en gran parte de Europa.
Asia es la morada natural de todo tipo de esclavitud: personal, marital y
política. Et hecho de que Asia carezca de una zona templada,
y
por ei carác–
ter de sus impedimentos naturales que no la inclinan a formar Estados mo–
derados, ha favorecido despotismos en el Sur, conquistas despóticas dei Sur
realizadas por el Norte y ima completa inmovilidad en su forma de vida y
sus costumbres durante siglos. Las oportunidades de un gobierno modera–
do son mucho mayores en Europa —hasta ahora, con mucho—, la zona mas
interesante dei mundo. Empero, Montesquieu no recomienda la revolución
contra las viejas monarquías europeas en un intento por imitar la libertad
inglesa. Esta libertad es peculiar: por un lado, parece depender de cosas íá-
ciimente sujetas a imitación, por ejemplo: la emancipación de las pasiones
egoístas y el establecimiento de un mecanismo constitucional; sin embargo,
la posición insular de Inglaterra, su particular historia, su clima, son cosas
que tienen una afinidad especial con sus leyes. Aun así, pues, Montesquieu
intenta devolver a la posición moderna un reconocimiento prudente de ia
necesidad de una diversidad de órdenes políticos. Establece límites a lo que
puede lograr el esfuerzo humano consciente, pero también hay que decir
que tales límites trascienden de manera considerable lo que los clásicos con–
sideraban necesario
o
sabio.
- Ibid.,
X.
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