en el discernimiento del valor de los individuos para este propósito. La le–
gislación misma, sin embargo, será obra directa del pueblo.
La democracia no exige que todo ciudadano sea elegible para un cargo
ptiblico, sino que todos parbcipen en la selección de funcionarios. Senado–
res
V
magistrados civiles de menor jerarquía deben elegirse por sorteo, no
medíante el voto, entre voluntarios tomados entre los no necesitados: los
pobres no son elegibles. Los militares y los magistrados civiles superiores
deben ser elegidos por todos, una vez más, entre aquellos que poseen ri–
quezas. Por último, los miembros de los tribunales populares se eligen por
sorteo entre todos los voluntarios, pobres o ricos. Así pues, la democracia
no es simple gobierno
de
la mayoría, ni simple gobierno por sorteo. Es una
mezcla. En efecto, los pobres son obviamente menos privilegiados, y los ri–
cos mucho más, de lo que ios puros números revelarían, lo que se ve refor–
zado por la implicación de que los cargos públicos se dejen sin pago y sín
obligatoriedad la asistencia a las asambleas populares. La democracia nece–
sita el conservadurismo así como ¡a independencia económica y el tiempo
libre de! acaudalado, Pero también requiere mérito, en cuya obtención ayu–
da el uso de las técrucas de elección y examen de candidatos.
El principio de la democracia es la virtud. Donde todos participan en la
elaboración de las leyes que ellos mismos deben obedecer y en la elección
de sus propios gobernantes de entre ellos mismos, se necesita un muy alio
grado de voluntad o dedicación públicas a! bien común. La virtud es, en
suma, patriotismo, amor a la república y las leyes y de él se derivan las vir–
tudes ciudadanas particulares de probidad, templanza, vaíor y ambición
patriótica. Para conservar la virtud deben evitarse los extremos de pobreza
y riqueza, estableciendo mínimos y máximos legales ala posesión de la pro–
piedad. La virtud precisa una cuasi igualdad, y más que eso, un nivel gene–
ral relativamente bajo de riqueza, de modo que se asegure la frugalidad y se
evite el lujo. Esta condición debe a la vez existir y ser apreciada. Otras for–
mas de mantener la virtud son un consejo de ancianos para censurar, elegi–
dos de por vida para mantener ia pureza de las costumbres; fuerte auto–
ridad paterna; leyes suntuarias; la acusación pública de las esposas infieles;
y, en general, la mutua vigilancia
de
todos en lo que concierne a conducta.
La democracia sólo puede subsistir en una ciudad-Estado pequeña, cuya
cohesión tan semejante a la de una familia engendra una continua preferen–
cia por el bien público por encima del privado. Sus asambleas no son repre–
sentativas. No es compatible con un clero independiente —es decir, con un
Estado dentro del Estado— y probablemente sólo es compatible con la reli–
gión y la moral paganas. La Atenas de Solón. Esparta. Cartago, la última re–
pública romana son aducidas para ilustrar la democracia. Ninguna repú–
blica cristiana, ni tampoco en lo qi-e a esto concierne ninguna república no
pagana o no antigua, es así denominada.
La característica más atractiva de la democracia es ia grandeza moral de
sus ciudadanos. La democracia asegura además a sus ciudadanos un alto
grado de libertad y seguridad bajo el amparo de la ley. Por otra parte, debe
establecer forzosamente límites tanto a su grandeza como a su libertad. Su
pobreza, su pequenez, su limitación de la intimidad, su sumisión a una de–
voción pública ciega y la mutua vigilancia de sus ciudadanos impide un
desarrollo más completo de los talentos humanos —especialmente en el
área de la filosofía y de las bellas artes—, Democracia significa mediocridad
intelectual y artística.-^ Montesquieu reconoce una diferencia entre repúbli–
cas productivas, comerciales, como Atenas, y repúblicas militares, como Es–
parta, La elección elemental de democracia parece ser algo entre las dos: la
ciudadanía debe estar constituida por agricultores que trabajen v que tam–
bién combatan. Sin embargo, una democracia fundada en un espíritu co–
mercial como principio es posible en tanto sus leyes eviten que esta disposi–
ción económica sea destruida por la riqueza excesiva, Montesquieu, no
obstante, da la impresión de afirmar que la salud de una democracia comer–
cial es muy difícil de mantener. El brillo de la democracia de Péneles, a dife–
rencia de la de Solón en Atenas, se basó en extremos de riqueza, corrupción
moral y libertad, es decir, en una decadencia y no en un bienestar político.
La república aristocrática es un régimen en el cual sólo una parte de! pue–
blo es soberano, como bien ,se ilustra en ¡a antigua república romana y en ln
Venecia moderna. La aristocracia depende de la desigualdad política y eco–
nómica entre los nobles soberanos v el pueblo sin participación. Es poco
común, aunque no imposible, que los nobles identiíiquen su propio interés
con el interés del pueblo, acercándose más en este sentido a la virtud de la
democracia. Con todo, el principio más probable de la aristocracia es un es–
píritu de moderación en los nobles, que los contiene de buscar una superio–
ridad desmesurada sobre los demás en su posición y con respecto al pueblo.
Es difícil consolidar leyes e instituciones que conduzcan a este límite. En
general, cuanto mayor es el número de los nobles, y menor y más pobre el
conjunto de aquellos que carecen de derechos políticos, más saludable es la
aristocracia. La democracia puede ser considerada, por tanto, la mejora de
la aristocracia. Se caracteriza por un interés y una disposición más generales
por el bien común que la aristocracia. Sus miembros son, en promedio, más
virtuosos, más libres y gozan de mayor segi.iridad. o, visto desde la perspec–
tiva opuesta, menos humillados v explotados.
Debemos notar que Montesquieu altera radicalmente los criterios v deno–
minaciones que se emplean en la clasificación tradicional aristotélica de los
regímenes. Aristóteles los clasificó en lérminos de los sustentadores de la
autoridad soberana v dei propósito de su gobierno, A ios buenos regímenes
los guía el bien común, a los malos el beneficio personal de los gobernantes.
De este modo se establece una distinción clara entre oligarquía y aristocra–
cia, siendo que en ambas ei gobierno es de unos cuantos, Montesquieu sólo
concibe dos (no cuatro) tipos de república, dependiendo de si gobierna todo
el pueblo o sólo una parte de él. Cada dpo alcanza un perfeccionamiento de
determinada manera, y los casos reales de cualquiera de ellos tendrian una
mayor o menor semejanza con esta perfección. Pero no resulta ya funda–
mental, como si lo es en el caso de Maquiavelo, la distinción clara entre regí-
- Ibid..
V,
ii'iii.