esulo. I o d o ssío
СП
el comciito üc economías que, en su conjunio. crecieron íueriemente
en los
dic7
nños anteriores n la crisis actual, de sociedades en las eualc; las micracitjncs y el
crecimiento urbano fueron muy marcados, cn las cuales hubo una recomposición cn b
e.íiniciiita de clases, con la enierpcncia de amplias capas técnicas y burocráticas de asala–
riados \ el loflalecimienio nuriiórico del sector obrero.
i;n siiiiesis, ctin los nuevos modelos ¡le crecimiento económico capiialisia-asociado,
se i i a n s f o i m ó el modelo sociclano, dando lugar a la emergencia de lo tiue los sociólogos
occidentales llaman "sociedades urbanas de masas". E n ellas, las clases conliniian siendo
la matriz de ta organización social, pero la fragmentación proiocada por la jerarquía de
los salarios y de oporfunidadcs en cl interior de cada clase, más la tccnificación del modo
de producir y
agregado a la revuliición de los medios de comumcacnin (especialmen–
te la T V ) y su difusión y el fonalecimienlo del Eslado más la eipansión de la burocracia
DtJblica
i
pris.ida, rcdcfinen lodo cl comportamiento social.
Nada de esto es nuevo, puesto que — l o l a l — constiliiimos sociedades dependientes
cuyo m b d e l o de civilización y culiura está, en lo fundamental, dado de antemano. Pero cl
arraigo de situaciones de este tipo y su expansión en América Lalina provocaron una ace–
leración del tiempo bislórico. Populismo, Euerrilla rural, caciquismo tradicional, asi co–
mo analfabetismo, enfermedades crónicas, carencias sítales elemeniales continúan exis–
tiendo, y aquí y allá condensan el proceso histórico, actualizando odios y esperanzas.
Dctrá.s de esle zigzagueo, entretanto, seperfilan cambios de fondo que dan uo nuevo dise–
ño al perfil de las sociedades falinoamericanas.
La
cuestión df la democracia en América
Latina
Si e'sias son las consecuencias más generales del patrón actual de d c a r t o l l o económi–
co sobre las sociedades latinoamericanas, no secrea queél es neutral re'.pecto a la polilica.
Es una buena n o r m a apartar el esquematismo de una relación linea) entre lo económico y
lo político. Apartémoslo, Venezuela, por ejemplo, pasa velozmente por las transforma–
ciones económico-sociales mencionadas. La democracia lepresemanva como forma de
gobierno y aun cierio avance democrático al nivel de la sociedad (no de la economía), liga–
dos a [as luchas de las clases medias contra las dictaduras pasadas y la
auseni
;ia, en
esas
mismas clases, de un "espíritu de jerarquía" y de sentimiento de disiancia social de los
dignaiarios, no fueron, sin embargo, conmovidos. O sea, la redefinición del patrt^n socio–
económico se produce, sin que en e! otro extremo emerja el autoritarismo. N o fue este,
eso si, el caso de los paises del cono sur.
N o obsinme la relativa esiahiltzación de Pmochei el rechazo a la imposición aulori-
latÍH uruguaya; la coniinuación del "empale social" argentino a pesar de los baftos de
sangre auloiitarios: la nueva emergencia de tendencias importanles de "demociacia con–
servadora"
en
el Brasil, y la micva
consiiiuLionalidad
peruana, demuesiian que es
un
mero
simplismo imaginar que ta "nueva etapa" oligopólica-dependiente-asociada del de–
sarrollo capitalista de la periferia esun factor euplicailvo monocausal, y aun admitiéndo–
se que í l interfiere en la interpretación, no se le pueden atribuir efectos unívocos.
En resumen, existe una dimensión política específica, que reelabora Iqs influjos origi–
nados en la base socioeconómica. Esta dimensión depende de cómo se aglutinan las fuer–
zas pohiicas. c ó m o se presentan los argumentos políticos a la sociedad y cómo ios objeti–
vos propuestos son (o no son) capaces de acelerar la nueva articulación de las fuerzas so–
ciales, transformándolas en factores politícos.
Dicho esto, cl punió de parí ida contemporáneo pa, a cl debate sobre la democracia
no
puede
ser Olro que cl actual punto de llegada, diversificado, que presentan sociedades na–
cionales queen el pasado reciente rc;iccionaban muy diversamente a los desafíos polii icos,
sociales y económicos planieadcs por la emergencia de la ya mencionada reaniciilación de
la mairi? socioeconómica.
Que significa hoy hablar de democracia en Chile? Algo claro y difícil: fin de la
represión, f i n del auiorilarísmo, creación de un nuevo sisicma de partidos, etc ¿ \ en Bra–
sil? A l g o d i s u m o : cómo enraizar los partidos en ios movimientos sociales, que proponer
como aliernativa de gobierno que signifique cambios sociales profundos, cómo tener ac–
ceso a los medios de comunicación de masas, eic. C o n mayor razón, en Venezuela o en
Cosía Rica tiene oíros rasgos: es cl cansancio por la democracia política sin avance social
significativo, la duda sobre si la Iransición hacia ei socialismo puede pasar por una de-
niocrin.ia
represcTiialiva,
etc ¿y cn N u a r a g u n ' Es saber si el pluripatidismo \
la
cvistcn-
cía (¿hasta que punto?) de una "burguesía palrióüca" es compatible con el avance de la
reforma agraria y iralar de resolver la dificil cuestión de un pais económicamente débil
con las aspiraciones de consumo que ha abierto cl proceso de democralización ¿V en Mé–
xico? T a i veza esle pais seaplique el concepto de Wiair sobre Polonia, de modelo político
a base de " p a r t i d o tjnico". Hay elecciones, hay pluriparlidismo. pero cl partido ma ver Ila–
rio es lan fuerte y con raices tan profundas en el Estado y desde allí hacía la sncieriad. que
las oposiciones se desesperan sin atinar a resolver cómo bloquear un poder sindicado por
ellas de corriipio y prepoienie.
Se ve,por lo tamo, que en c! lenguaje político aciual se usa cl termino democracia pa–
ra designar distintos ¡irocesos. El rigor cieniifico no puede naufragar en el claroscuro de
una semántica hinchada p o i las cuestiones inmediatas y tópicas. Pero so pena de hacer un
puro formalismo científico académico, de ellas tampoco puede prescindirse.
Siendo asi, ¿en qué términos plantearse la cuestión de la democracia en América L a –
tina?
Las rápidas referencias iniciales a las ciases y al modelo económico emergente son su–
ficientes para mositar que hoy la idea de la iniciativa económica libre como fuerza princi–
pal de la sociedad es una falsedad. Las clases poseedoras no basan jamás su
élhos
pohlico
en la libre iniciativa, sino sólo como leióiica o demagogia. H o y ellos claman por el poder
poique son (suponen ser) "compcicntes" para ordenar la producción e innovar (cn la or–
ganización, en ta técnica, en la propaganda). Por eso. son también másdóciles a los seg–
mentos íécnico-burocrálicos del Estado y " h a b í a n " por iniermedio de " s u s " funciona–
rios de empresa lécnico-burocráiicos, en la práctica diaria, un lenguaje afín con el del Es-
lado, sea él militarizado o civil, ya que se le considera " c o m p e t e n t e " , esto es lo que asegu–
ra las condiciones de racionalidad formal y de dominación social sustantiva, para que la
acumulación se expanda.
Estamos, pues, lejos de la época en que el propio Marx reconocía el papel de la bur–
guesía para asegurar ciertas liberlades, desde el siglo x v t i i . y también en que Weber cla–
maba que conira la asfixia burocrática estaba el papel creador del
Umernehmen
(de la
empresa).
N o hay, por lo tanto, cómo apoyar en el empresario la idea democrática, ni que ella
reciba cieno "espíritu de iiberiad". Esio no quiere decir que en situaciones concretas
frente a la expansión burocrático-esiaial o de la pugna inieroiigopólica. o de éstos con cl
sector competitivo (relalivamente) del empresariado, no existan, y puedan y deban ser
aprovechados, los impulsos democraiizadores de una parte del empresariado. Pero no
vendrá de ellos, como norma, el fuego sagrado para llevar adelante la lucha por las liber–
lades individuales y principalmente públicas
Si la "clase históiica de la democracia, la burguesía liberal de esta pane del mundo,
no da consistencia al ideal democrático, ¿por qué, enionces, dirán los más avanzados, no
virar luego la página de ta hisioria?
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