guerra intentaba obtener la máxima producción posible
de las personas. La Primera Guerra Mundial produjo el
pasaporte; una prueba de la nacionalidad del individuo,
pero, curiosamente, propiedad del Estado, que podía re–
tirarlo cuando lo considerara necesario. La Segunda
Guerra Mundial dio lugar al «producto nacional bruto»,
un instrumento de economista para permitir al Estado
un examen exhaustivo de la actividad productiva. En
ambos conflictos los gobiernos aumentaron fuertemen–
te los controles sobre la información. Incluso las grandes
obras de ia cultura reflejaban la necesidad y resolución
nacionales, como puede verse en la interpretación de
Oliver de
Enrique V
u oírse en la
Octava Sinfonta
de Shos-
takóvich.
Después de 1945, estas tendencias menguaron un
poco en la esfera económica pero siguieron fuertes en la
vida política. Los acuerdos internacionales sobre finan–
zas y comercio, como el Fondo Monetario Internacional,
el Banco Mundial y el Acuerdo General sobre Aranceles
y Comercio, intentaron controlar cualquier reaparición
del daño causado por el proteccionismo y la autarquía de
entreguerras; el comercio exterior y los flujos de, inver–
sión se dispararon. Pero el incremento de las tensiones
producidas por la guerra fría dañó el clima de las relacio–
nes internacionales y otorgó una importancia cada vez
mayoral concepto de seguridad «nacional». Las Nacio–
nes Unidas, concebidas como una vereión mejorada de la
Sociedad de Naciones, se resintieron por el hecho de que
¡as superpotencias riñeran entre sí y vetaran las mocio–
nes contrarias. Las amenazas exteriores eran estudiadas
por Consejos Nacionales de Seguridad u órganos con
nombres parecidos; fuera adonde fuere el presidente es–
tadounidense -incluso de vacaciones- a su lado estaba el
«consejero de seguridad nacional». La seguridad nacio–
nal se utilizó para justificarlo casi todo, desde la cons–
trucción de un sistema de autopistas hasta la concesión
de becas científicas y tecnológicas. También se utilizó, de
forma negativa, para retener determinada información,
impedir la entrada de determinados inmigrantes, prohi–
bir el comercio con ciertos países y viajar a los mismos.
suspender las transferencias de tecnología. En el mo–
mento culminante de la guerra fría, con la Unión Sovié–
tica y Estados Unidos inviniendo centenares de miles de
millones de dólares al año en gastos de defensa, los obser–
vadores se preguntaron si ambos no se habían vuelto
"Estados de seguridad nacional»; otros, preocupado,-; por
el desvío masivo de capital, investigación y desarrolio,
científicos, ingenieros y técnicos hacia la carrera arma–
mentista, temieron por su efecto sobre la competitividad
3
largo
plazo."
Tales modos de pensar tienen, todavía hoy, amplio
predicamento. Durante las tensiones de la guerra fría, sin
duda era fácil sostener que las amenazas ai propio pue–
blo eran ante todo de naturaleza militar y que el Estado-
nación seguía siendo el actor central de los asuntos mun–
diales. Incluso ahora, que ese conflicto ya no existe, los
expertos en seguridad nacional y los funcionarios del
Pentágono siguen encontrando muchas amenazas poten–
ciales a la estabilidad internacional
-y
motivos para man–
tener grandes fuerzas de defensa-. La existencia de dece–
nas de miles de ojivas nucleares en los Estados que
anteriormente pertenecieron a la Unión Soviética, y el
hecho de que su propiedad sea incierta; la posibilidad de
otra ruptura en las negociaciones árabe-israelíes; unos
regímenes explosivos en Libia, Iraq y Corea del Norte; la
emergencia de grandes potencias regionales como la In–
dia y China; la proliferación de armamento sofisticado
para "puntos calientes» del globo: todo ello implica la
necesidad continuada de poder miütar, controlado por el
Estado-nación y sus instrumentos (Pentágono, Consejo
de Seguridad Nacional, Jefes del Estado Mayor Conjun–
to), obrando en conjunción con las estructuras de segu–
ridad internacionales (OTAN, Tratado de Defensa Esta–
dos Unidos-Japón, etcétera).
Estas presuposiciones tradicionales están sufriendo
una presión cada vez mayor por la forma en que nuestro
mundo está cambiando. Ahora que la guerra fría ha aca–
bado, muchos teóricos sostienen que las rivalidades mi–
litares y las carreras armamentistas están siendo sustitui–
das por rivalidades económicas, carreras tecnológicas y
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