José Francisco Conde Ortega
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se hunde su
obediente acero
, altivo y fulgurante como nunca, es señor
de la vida y de la muerte.
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YVicente Quirarte escribe
La Invencible
como una manera de hacer
tangible el esfuerzo de un guerrero –su padre– por entender ese des-
tino insobornable. Es así como indaga en el sentido primigenio de la
Vida, la Muerte y la Vocación, la moneda de tres caras, la única con
la que el azar no es caprichoso, sino que, por la intervención de la
Señora Oscura, va haciendo claros los complejos mecanismos de su
causalidad. Un puente, unos amigos, unos libros y otros fragmentos
de vida, trazan, de este modo, una bitácora de navegación para en-
tenderse a sí mismo. Como Bernardo Soares, es el amanuense de
otro
Libro del desasosiego.
Por eso no podría suscribir la sentencia
del lusitano luminoso:
—Amar es cansarse de estar solo: es pues una cobardía y una traición a
nosotros mismos (importa soberanamente que no amemos).
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Así, el libro se constituye en una búsqueda de los detalles más sig-
nificativos que ayudaron a confirmar una vocación centrada en el
combate de todos los días contra ese artilugio de la existencia que
llamamos vida. Por eso, una mañana en el sur de la Ciudad de Mé-
xico –Ciudad Universitaria– en un puente y una decisión definitiva
son el disparadero para indagar en esos motivos del desasosiego.
Una fecha, una hora, un lápiz, algún testimonio constituyen, de este
modo, una brújula más certera para rehacer una ruta, acaso señalada
por una bitácora que, de tan evidente, pareciera ocultar las razones
rigurosamente acendradas a lo largo del camino.
El puente donde murió se convierte así en una parábola,
imagen poética y lección moral.
7
Si el qué somos y el para qué son las preguntas fundamentales, la
mitología occidental nos hizo claro que con sus dioses se podían es-
clarecer poéticamente los trabajos y los días. Por eso los guerreros
confrontan esas preguntas y las resuelven a su modo. ¿No son eso
las anfetaminas? La única manera de permanecer siempre despierto,
5
V. Quirarte,
La Invencible
, p. 13.
6
Fernando Pessoa,
Libro del desasosiego
, p. 525.
7
V. Quirarte,
op. cit.
, p. 25.