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Tema y Variaciones de Literatura 40
–si no es que cuando el alba rompía– algún trazo delineado en los
muros de la morada o en todo caso, sobre algún lienzo desnudo o
en cualquier parte que permitiera el logro, la contribución gratifi-
cante y gratuita que el verdadero artista –el artista verdadero– suele
proveer.
Fueron en esas noches de ebriedad en las que Luis Carrión reco-
gió minuta a minuta, con gran sigilo, la memoria que concibió a Ja-
cinto Chontal, su
alter
ego
; tiempo que se ensamblaba hebra a hebra
despojándose del firmamento pleno para encontrar rincón y cabida
–lugar único– dentro de la mano del escritor, del escritor enfermo,
de aquel que tenía que ingerir día tras día altas dosis de medicamen-
tos, muchos de ellos aún experimentales. Noches de creación pero
también de soledad, de esa soledad a la que Luis tenía que volver
tan pronto la bohemia finalizaba: soledad que aguardaba paciente
en los rincones de su habitación, como si fuesen los cuatro jinetes
del juicio: soledad que ahora proveía otro rostro, otra faz, distinta a
la sorprendida bajo el ritmo de la creación. Y los espectros de la me-
moria se hacían presentes, el saberse parte de una historia no com-
prendida, el saberse engrane de un capitalismo ante el cual luchar
era lacerante y agotador, pero nunca terminaba por cansar. El brillo
de la navaja brillaba, y con un fino corte quebraba las venas de los
brazos bajo un tiempo insalubre de amor y muerte, de olvido y ago-
nía. O la vieja aguja internándose lentamente bajo otro tiempo, ino-
culando mientras atravesaba la piel, sangre interrumpida de su
veloz cause interno, tinte carmín que de igual manera escurría cuan-
do los cristales de las ventanas eran quebradas de un puñetazo sim-
ple, certero, difícil, y luego la locura.
A mediados de 1973 es internado en el hospital San Rafael. Ra-
zón: sus excesos depresivos y los reiterados intentos de suicidio.
Finalizado el lapso de recuperación, él mismo pide su reingreso al
nosocomio, dado que sufre una recaída. Este espacio prodiga tran-
quilidad y tiempo suficiente al joven escritor, tiempo para pensar
en su obra, en el prójimo, en su rededor. Y es de dicho hospital, San
Rafael, del que se fuga. Del que huye. Del que escapa un día de vi-
sita, mientras sus familiares aún se encontraban en la sala de visita.
Él simplemente escapa un día de finales de noviembre, cuando la
oportunidad se le presenta. Una fuga en la misma huida.
Con el financiamiento que le brinda su hermana Lydiette, y con
la idea de escribir de forma completa la obra que ronda con furia y
desasosiego en su espíritu, Luis Carrión inicia el viaje a España a
principios de diciembre de 1973, con la intención de estar alejado