Los suicidad en la literatura - page 229

Francisco Gabriel Binzhá 
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vivir. A su lado, Luis encuentra la tranquilidad y el sosiego del
alma, así como el amor deseado.
Sería en los meses siguientes en los que Luis cambiaría el título
de su inacabada obra por
El infierno de todos tan temido
. “Conocí
[el soneto de Santa Teresa] porque una chava me lo dijo. Y yo me
enamoré de ella. A mí sí me mueve, le dije. Hasta el infierno de to-
dos tan temido. Y entonces conocí el infierno, pero conocí el cielo
también”
3
confesaría alguna vez.
A finales de agosto Carrión se entera de la convocatoria lanzada
por el Fondo de Cultura Económica, la cual cerraba el dos de sep-
tiembre. Presionado por sus amigos, quienes elogiaban su obra, la
cual solía ser leída en los momentos de tertulia (incluso en algún
momento llegó a organizar una reunión de lectura de su obra aún in-
conclusa), decide terminarla la noche del uno de septiembre, faltan-
do escasas horas para que el tiempo de recepción que marcaba la
convocatoria finalizara. Así se trasladan de su departamento de Vi-
lla Olímpica, Luis Carrión y su esposa Martha, a las oficinas de la
cinematográfica Marco Polo, que se encontraban en Insurgentes, en
la calle Montana. Los acompañan Concepción Ambriz (esposa de
Jorge Carrión) y
Bubby
Rivera (hermana de Martha). La noche cim-
braba, pregonando humedad. El viento crecía al tiempo que el asfal-
to mojado reflejaba las luces de la ciudad, de los automóviles, de los
edificios. Ligera música se escapaba de algún bar escarchado de ri-
sas ebrias y oscuras como la noche.
Llegado al sitio, entre nerviosismo, charla, presión y creación
esparcida al máximo, las cuatro siluetas ingresaron al edificio, res-
guardándose en la que era la oficina de Leopoldo Silva, uno de los
dueños de la cinematográfica. La cava se sumó a los cuatro perso-
najes. Así es como Luis Carrión escribió el último capítulo de su
obra, encorvado, situando al personaje quizá en los últimos círculos
del infierno, en el último resquicio. Fue en esa noche del uno de
septiembre y madrugada del dos, cuando la obra se culminó. Y
mientras él escribía, Martha pegaba las hojas de la novela que días
antes Luis había despedazado, mientras Conchita las pasaba en lim-
pio y
Bubby
sacaba las debidas copias. No hubo tiempo de revisión,
el tiempo se consumía vorazmente tanto como la cava. Madrugada
de septiembre que con otro sonido veía parir a la obra. Alma de sui-
cida que da la bienvenida a un nuevo día.
3 
Javier Molina, “Carrión: los escritores de derecha, también panfletarios”,
La
Jornada
, 12 de julio de 1988, p. 17.
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