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* Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea,
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Azcapotzalco.
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infierno de
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tan
temido
Francisco Gabriel Binzhá*
No me mueve mi dios para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Soneto a Cristo crucificado
(fragmento)
Una de las últimas llamadas telefónicas que Luis Carrión realizó en
la tarde-noche de aquel domingo uno de junio de 1997 fue a su ami-
go José Agustín, aunque en algún otro momento le llamó a su padre,
Jorge Carrión. No se sabe a quién recurrió primero, mas estas últi-
mas llamadas se tornaron con el paso del tiempo en una metáfora en
torno a un reloj de arena que se despojaba de todo horizonte: repre-
sentación del guiño de la muerte ante un asidero lóbrego. Costum-
bre era ya que previo a alguna de esas terribles crisis emocionales
que sufría Luis Carrión, llamara a sus amistades o familiares, como
un grito de auxilio, una forma de llamar la atención. Sin embargo,
en los últimos años, las arrebatadoras crisis emocionales habían
amainado en el escritor, cesando casi sus intempestivos intentos de
suicidio. Pero en esta ocasión la decisión había sido tomada y las
llamadas que realizó quizá reforzaron esa razón de la innecesaria
necedad de continuar viviendo.
Fue en las horas que le siguieron a ese uno de junio cuando la
esposa de Jorge Carrión, Concepción Ambriz, quien, preocupada
por la ansiedad de Luis había manifestado en la llamada telefónica,
asistió a su domicilio. Luego de llamar reiteradamente temió lo peor
y fue necesaria entonces la intervención de un cerrajero para abrir la
puerta que había sido cerrada desde dentro. Al entrar, el cuerpo de