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Tema y Variaciones de Literatura 40
Pero… ¿cuál fue la historia que se desarrolló entre los miembros
del jurado para optar por otorgarle el premio? José Miguel Oviedo
escribió respecto a ello: “Quienes descubrimos y leímos primero la
novela, fuimos Goytisolo y yo, en ese orden. (Aclaro, de paso, que
Carlos Fuentes, por encontrarse en Estados Unidos, no participó en
nuestras deliberaciones, y simplemente se sumó a nuestra decisión,
como consta en el acta respectiva.) El resto del jurado la leyó des-
pués, coincidió rápidamente con nosotros y todos resolvimos con-
cederle el premio”.
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Jaime García Terrés al respecto narraría:
La reunión de dicho jurado, créasenos: no fue cosa fácil. Por principio
de cuentas Carlos Fuentes hubo de participar
in absentia
. Se vinculó a
las deliberaciones y al voto final, por la vía telefónica. Luego, Juan
Carlos Onetti, que había aceptado con el mayor entusiasmo venir a Mé-
xico, fue víctima de cien incomprensivas e incomprensibles objeciones
en su por hoy desdichado país, y a última hora se vio obligado a desha-
cer sus maletas.
Para colmo, la huelga postal en Francia dificultó la comunicación
con Juan Goytisolo, así como la tramitación normal de su visado y el
envío de sus pasajes. Por fortuna, sin embargo, pudo solucionarse este
último problema, y el amable y enterado escritor español compareció a
tiempo, al igual que José Miguel Oviedo y Juan Rulfo.
Agradecemos públicamente el auxilio prestado por Ramón Xirau,
que con su generosa colaboración (fuera del programa inicial) y su clá-
sica inteligencia suplió faltas y orientó, como es en él costumbre perió-
dica, los diálogos. Y no olvidemos que Juan Rulfo se desatendió de un
tenaz resfriado, para compartir la discusión. Ah, pero los engorros que
soportó Goytisolo no acabaron en lo que decíamos antes. Sucede que
sus admiradores literarios, en un afán de evitarles molestias en el mo-
mento de su llegada a México, descuidaron advertirle que debía hacer
sellar su pasaporte por los agentes de migración. Y éstos, en el preciso
instante en que Juan se disponía a abordar el avión de regreso a París, le
impidieron el acceso. Perdido de cualquier manera el vuelo previsto, la
cuestión hubiera pasado a mayores, a no ser por la intervención, decidi-
da, veloz y eficacísima, del licenciado Rafael García Garza, quien des-
de los pinos dictó la orden de que cesaran las trabas al viajero.
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5
José Miguel Oviedo, “Correspondencia”, (aclaraciones a la reseña de Danubio
Torres Fierro a la novela de LC), en
Plural
, núm. 48, septiembre, 1975, p.83.
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Jaime García Terrés, “Litoral”, (nota en 4ª de forros), en
Gaceta
fce
, núm. 50,
febrero, 1975.