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Tema y Variaciones de Literatura 40
teza de que cada mujer estaba llamada a ejecutar el papel de compa-
ñera y servidora de los hombres en torno suyo. Émile, protagonista
del manual, sería educado para desempeñarse en el mundo; Sophie,
su contraparte, sería instruida en función de lo que “la constitución
de su sexo y su especie conviene para ocupar su puesto en el orden
físico y moral”.
7
Celoso vigía de ese orden inconmovible, el filóso-
fo indicaba con absoluta llaneza: “el destino especial de la mujer es
agradar al hombre”; más adelante precisó: “y ser sojuzgada”. Tal
era, desde su perspectiva, una ley natural.
8
De esa misma “naturale-
za” se valió Rousseau para legitimar su dicho y atajar críticas:
[...] y cuando en esta parte se quejan las mujeres de la desigualdad que
han establecido los hombres, no tienen razon; no es institución humana
esta desigualdad, o a lo menos no es hija de la preocupación, sino de la
razón: a aquel de los dos a quien fió la naturaleza el depósito de los hi-
jos, toca responder de ellos al otro.
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Dicho de otra forma, el argumento del filósofo ilustrado redujo a un
hecho biológico (mejor aún: a una arbitraria interpretación de ese he
cho) el origen de una división de los sexos que, además, los jerar-
quizaba. Así, mediante una operación sólo aparentemente lógica,
tradujo la diferencia en desigualdad, dando a ésta la categoría de ley
irrefutable.
Si bien es cierto que Rousseau era un autor prohibido por la In-
quisición novohispana desde 1763, también lo es que la insistencia
con la cual se censuraban sus ideas en estas tierras sugiere una rápi-
da y favorable recepción dentro de algunos círculos ilustrados.
10
E
incluso hay motivos para suponer que sus juicios sobre la mujer-na-
turaleza eran considerablemente compartidos en el país, incluso dé-
cadas más tarde. A guisa de ejemplo, es posible apuntar la franca
admiración con que don Ignacio Manuel Altamirano, figura medu-
lar en la república letrada, reseñó la obra del europeo en
Revistas li-
terarias de México
(1868). Otra muestra de la pervivencia de la cos-
7
Jean-Jacques Rousseau,
Emilio o de la educación
, t. III, p. 2.
8
Ibíd.
, pp. 3-4.
9
Ibíd.
, p. 10.
10
Al repasar la presencia del ginebrino en las ideas independentistas, Luis Villo-
ro menciona un proceso inquisitorial derivado de la denuncia contra un hombre que
leyó “con gusto” el
Emilio
. Véase “Rousseau en la Independencia mexicana”, en
Casa del Tiempo
, p. 56.