Los suicidad en la literatura - page 57

Vicente Francisco Torres 
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En los cuentos de este autor la selva no es un escenario, sino un
rotundo ambiente. Quizá por esto nunca describe las cataratas de
Iguazú ni las ruinas jesuíticas, sitios turísticos por antonomasia. En
su nombre llevaba su destino (su nombre completo fue Horacio Sil-
vestre Quiroga Forteza).
Así como los caucheros, según muestra la novelística latinoame-
ricana, eran enganchados mediante adelantos monetarios y borra-
cheras, los mensú, aborígenes que consumían su vida en los obrajes,
eran enganchados también con adelantos. Cuando excepcionalmen-
te habían saldado sus deudas, los sub capataces los acompañaban a
Misiones, en donde se embriagaban y contraían nuevas deudas que
los regresaban a los aserraderos, de donde intentaban huir
pescando
vigas para venderlas y escapar de la selva. Juan Carlos Onetti lo
dijo magníficamente:
Allí no se acepta la excusa del analfabetismo: hay que firmar con una
cruz, un garabato o con la huella del pulgar. Y luego reventar de can-
sancio o paludismo o por gracia de Dios, que todo lo ve. Terminada
la
contrata
, los supervivientes, llenos de sana alegría y libres como pája-
ros, se embarcan hasta Posadas, capital de Misiones, para festejar. Los
acompaña, cariñoso, un sub capataz. Allí pasan algunos días y, sobre
todo, noches. La caña corre, las mujeres abundan y todas casualmente
se llaman Venérea. El sub simula acompañarlos en la gran orgía y
aguarda con paciencia de buitre. No muchas horas después todos los
mensú están borrachos y endeudados hasta el cuello.
9
A Quiroga no le basta que en Misiones, al mediodía, el termómetro
llegue hasta los 30 grados, a las ocho de la noche baje a cuatro y, en
la madrugada, se vaya hasta menos cuatro. Aquí muestra, meticulo-
samente, lo que significa vivir un día y otro, y otro más, mirando la
lluvia desde el interior de una casucha. Sin embargo, en “El regreso
de Anaconda” dice: “El hombre ha sido, es y será el más cruel ene-
migo de la selva”.
10
En su célebre libro
El hermano Quiroga
(1957), Ezequiel Mar­
tínez Estrada señala el tormento que el gran cuentista tuvo que vivir
para arrancar al monte el drama que hay en sus historias. Sin embar-
9 
Juan Carlos Onetti, “Quiroga: hijo y padre de la selva”, en Leonardo Garet,
Ho-
racio Quiroga por uruguayos
, Montevideo, Academia Uruguaya de Letras, 1995,
p. 425.
10 
Horacio Quiroga,
Cuentos de la selva
…, vol.
ii
, p. 132.
1...,47,48,49,50,51,52,53,54,55,56 58,59,60,61,62,63,64,65,66,67,...306
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