Los suicidad en la literatura - page 64

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Tema y Variaciones de Literatura 40
ria literaria de la segunda mitad del siglo
xix
. Los autores de esos
repertorios subrayaron dos rasgos de las composiciones de Vera: las
animaba una gran pasión, pero les faltaba calidad. Además, juzgaron
necesario aludir a la desbordada sensibilidad de los versos para, en
un ejercicio metonímico, descifrar las razones del suicidio. Ante
esto, nos preguntamos: ¿por qué precisamente ella fue acogida en el
parnaso nacional, en vez de otras y otros jóvenes igualmente entu-
siastas, desconocidos y acaso poseedores de mayor pericia composi-
tiva? Dado que la distinción parece estar cifrada en el hecho de que
ella se mató, vale indagar qué significaba en el
imaginario social
de
la clase culta mexicana la muerte de una mujer por propia mano y
de qué manera ese detalle biográfico estimuló el interés en su caso.
4
I. Ser escritora: primer acto de desobediencia
Hagamos una ligera digresión, útil para identificar el espacio de re-
presentaciones de género donde operaba la crítica literaria de la épo-
ca. En el
imaginario social
decimonónico prevalecía una construc-
ción simbólica que estructuraba el mundo a través de dos esferas: la
masculina y la femenina. Asimétricas, jerarquizadas y entreveradas,
las esferas se concebían como algo común, debido a su generaliza-
ción en la práctica y porque solían justificarse como incuestionable
resultado de las diferencias biológicas entre hombres y mujeres.
Pero la esquematización de las representaciones humanas es históri-
ca y, por ende, cambiante. La vigente en esa centuria se hizo extensi-
va a los términos “cultura” y “naturaleza”. Esta última se suponía
más cerca de lo femenino que de lo masculino, arguyendo una pre-
sunta proximidad entre los términos “naturaleza” y “mujer”, con
4 
Cornelius Castoriadis acuñó el concepto
imaginario social
para dar cuenta del
“magma de significaciones imaginarias sociales, encarnadas en instituciones […ca-
paces de regular el decir y la acción] de los miembros de esa sociedad, [tanto en las]
maneras de sentir y desear como [en] las maneras de pensar”. El término
institución
,
tal como se entiende aquí, enfatiza el carácter no natural de ese discurso, en tanto
“intención, mediatizada por un sistema simbólico, [proyecto] irreducible a cualquier
comportamiento animal y a toda explicación causal, [cuya] inteligibilidad remite,
más que a causas, a razones”. Así, tal imaginario provee de significaciones y valores
a cierto grupo humano, en un tiempo y un espacio concretos. Entre la clase media
ilustrada de la segunda mitad del siglo decimonono, por ejemplo, el imaginario social
incluía consideraciones relativas a la “construcción cultural de la diferencia sexual”.
Véase Fressard, “El imaginario social o la potencia de inventar de los pueblos”, en
Transversales
, s.n.p.
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