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Tema y variaciones de literatura 43
Y es que sólo renunciando a la soberbia, la paradoja de este pue-
blo puede ser resuelta. La desgracia de estos personajes es la des-
gracia colectiva a la que nos conduce el pecado de la inconciencia
y el egoísmo de vivir siempre embebidos en nosotros mismos, sin
mirar nada más. Es el cura quien reflexiona en torno a la concien-
cia, teme morir, pues sabe que una vez muerto sobrevendrá el ho-
rror, “el horror inhumano donde la conciencia, insomne, descubra
uno a uno rincones que se estuvieron negando siempre, antes de
la muerte, pero que después no se podían contradecir”.
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El cura
se sabe responsable de haber desatado fuerzas superiores a sí mis-
mo. Las fuerzas de la ira y de una fe atroz, incapaz de dominar la
violencia, pero su mayor temor es la conciencia absoluta, la con-
ciencia de la conciencia, abstracta y pura, sin posibilidad de sueño
o sin razón, clarísima para ver todo aquello que nadie quiere ver.
Jerónimo, quien junto con Natividad había organizado la
huelga, es el primero en morir, ahogado por el alcohol y las ganas
de abandonarse, prefiere perder la conciencia y huir, o quizá en-
contrarse con la conciencia primigenia a la que tanto teme el cura.
Jerónimo simplemente se va, su mente abandona su cuerpo, y
aunque intentan salvarlo, sólo dejan que se lo lleve la corriente. La
corriente del río desbordado que representa la cruel infamia que
se yergue sobre los mexicanos; la simbología de la serpiente, como
pecado mayor, colérica e inabatible y que termina por hundir el
espíritu de aquellos hombres que nunca lograron poseer nada. Ni
sus tierras, ni sus caseríos, ni su fe, ni su religión, hombres que sólo
existen a partir de la ira acumulada por los siglos, cólera aguda
pero a la vez, resignada. Resignación a morir, sin haber ganado
nada, devorados por los zopilotes, conjunto bien elaborado y me-
táfora elocuente de la Revolución Mexicana y la desgracia de
nuestro pueblo:
¡Pájaros sobre la soledad de México! Eran pájaros de la época, pája-
ros del tiempo desolado aquél, llenos de estupor por el ruido, los gri-
tos y la sangre de la tierra. Aves que habían quedado sobre la revo-
lución, a causa de quién sabe qué milagro, sobre la revolución
mirando los cadáveres, el silencio de los disparos, la gente toda, pe-
queñita y ocupada en cosas de la muerte.
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11
Ibid
., p. 175.
12
Ibid
., p. 148.
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