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Tema y variaciones de literatura 43
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rellenas de basura”, los corruptos, los políticos entreguistas
y demás fauna inconsciente eran la causa del desastre. De ahí su
conciencia del desastre, del derrumbe: su desollamiento. No obs-
tante, la consigna del combate no lo abandonó. Por eso la palabra
“alba” es esencial en su discurso poético, con todas sus posibili-
dades semánticas, pero todas en función de esa primera luz que,
como en “Declaración de odio”, significa una esperanza: “Cuan-
do el alba sea alba y no una puerta falsa para huir de rodillas.”
Por eso el otro punto cardinal de la poesía huertiana es la po-
lítica. Política en el sentido aristotélico, en el que todo individuo
debe comprometerse con los asuntos civiles. De ahí su militancia.
Su fe en la lucha por lo que creía justo. Desde su perspectiva ideo-
lógica, entendió la poesía como una lucha constante. Su elevada
conciencia lírica y su sinceridad le ayudaron a escapar del panfleto,
por más que parte de su obra –
los poemas de viaje
, por ejemplo–
puedan ser lo menos riguroso de su poesía, quizás porque otros
lugares le decían menos, obviamente, que su propio espacio vital,
como lo señala Montemayor.
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Su poesía es política en el sentido
en que lo es
La divina comedia
y
La Eneida
; o la tragedia y
La tierra
baldía
; o
Los versos del capitán
y
La suave patria
. Ética y estética
como las dos caras de una misma moneda.
El espacio natural, casi como fatalidad, para que el amor, la
conciencia del desastre y la posición política se den, tiene que ser
la ciudad, la ciudad de México centro y crisol de las contradiccio-
nes de un país eternamente en busca de un destino reconocible.
La ciudad, no como escenario o telón de fondo, sino como parte
de la sangre y los sudores de los que la habitan, la sufren, la pade-
cen y la aman. El espacio donde se trabaja, se ama y se debe com-
batir. Donde pasa la mujer amada y viven los hijos y los amigos y
quedaron los muertos. La ciudad en la que el diario heroísmo de
vivir ha templado el corazón de algunos caballeros andantes que,
sin más armas que la generosidad, la lealtad, la valentía y el amor,
conforman la orden de “Los hombres del alba”,
14
aquellos que tie-
nen en el pecho “un perro enloquecido”.
El alba en la ciudad, esa primera luz en las calles, donde el
obrero y la secretaria, el borracho y el amante furtivo, el albañil y
13
C. Montemayor, art. cit., p. 4 y ss.
14
José Francisco Conde Ortega, “Efraín Huerta: La muchacha ebria…”, p. 16
y ss.
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