Tema y Variaciones 43 - page 181

José Francisco Conde Ortega
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humana o urbana en el amor, la nostalgia, en el canto; gran parte de
la mejor obra de Efraín Huerta es la contemplación o la expresión im-
placable de una áspera claridad, de una intransigente luz.
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Y hacia esa luz, esa “intransigente luz” que ilumina sus combates
de amor y de libertad se dirige su sistema metafórico, profuso y
exigente. Conocedor de autores y corrientes literarias, Huerta
acepta su herencia y la somete a la prueba de su fecunda imagi-
nación. Acepta los hallazgos de la vanguardia, pero los decanta y
ofrece su versión. Así, su metaforización, tiene más de un punto
de acercamiento con el Creacionismo,
11
si bien traza su propio
cauce. Comparaciones, disyunciones, descripciones, sinonimias,
paradojas, oxímoros y metáforas puras son parte de su bagaje ex-
presivo. Aliteraciones, paronomasias, similicadencias, retruécanos
y referencias textuales, propias y ajenas, completan un sistema
poético sostenido en una fe inquebrantable en el Verbo, decisivo
para nombrar la realidad sin malabarismos inocuos.
Los registros en la obra poética de Efraín Huerta son muchos
y localizables en los puntos cardinales señalados líneas arriba.
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El
amor, como la única manera de entender el mundo, es el eje rec-
tor. El amor a la ciudad como espacio vital, donde se vive y se mue-
re, se lucha y se consigna la aventura del “rito cotidiano”. El amor
a la mujer, con las timideces del amante joven o la lujuria desbor-
dada de un amante ansioso; o simplemente la lascivia del fiel de
amor que busca su redención en un cuerpo tibio y joven. El sexo
como principio y fin de esa aventura en el amor. Por eso corrige al
diccionario: “Yo sólo escribo versos de contenido sexual”, escribió
orgullosamente. El amor a la lucha inquebrantable del hombre por
todo lo que es justo. Digno y compartible: la lucha por un mundo
mejor, más habitable para todos.
Pero también sabía que los enemigos del amor, de los anhelos
de libertad y justicia, eran muchos y poderosos. Desde su posición
política, inquebrantable, entendió que un sistema capitalista, ba-
sado en la explotación del hombre por el hombre, había derrum-
bado los más altos ideales del género humano. Y los apáticos, los
tibios, los serviles, los “prometeos sin sexo”, “las juventudes
ice
10 
Ibid.
11 
Ibid
., p. 2.
12 
Véase
supra
.
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