Tema y Variaciones 43 - page 30

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Tema y variaciones de literatura 43
puesto en donde deberían de estar: en la cárcel. Futbol y Batman,
quizá alguna lectura de Emilio Salgari, Julio Verne o Zane Grey, los
libros de texto y buenas dosis de televisión, habitando para colmo
en centros urbanos de reciente fundación como Ciudad Satélite,
La Florida o Bosques de Echegaray de quien, modestia aparte, me
siento hijo preclaro, constituyeron nuestros días en aquel enton­
ces. Con un conjunto de antecedentes así, ¿se podría esperar algo
positivo de nuestra generación en ese sector de la ciudad, o algo
digno de ser comentado dentro de los anales de las batallas del
pensamiento en aquel entonces y peor aún, ahora? Si bien había
una fractura generacional entre padres e hijos, la momisa y la cha­
viza, entre la chaviza y los chiquitos, por decirlo de alguna manera,
no sólo había una fractura, hubo una distancia inimaginable en­
cerrada en muy pocos años. Para algunos la disyuntiva era clara:
no queríamos ser como nuestros padres, queríamos ser como los
jóvenes universitarios a los que tampoco entendíamos. Consolida­
ción así de la modernidad en el país y en especial de los medios de
comunicación, quizá fue una de las más acendradas causas del por
qué creímos en lo que creímos. La generación que en 1968 tenía
veinte años no creció con la
TV
como lo hicimos quienes teníamos
nueve años en aquel entonces y he aquí una notable diferencia.
En los meses previos a la Olimpiada una revista que compraba
mi padre,
¿Por qué?
, junto con
Siempre!
, daban noticia de los lla­
mados “disturbios” estudiantiles. Fotografías impactantes de chi­
cos arrojando bombas molotov, camiones en llamas, muchachos
golpeados y sangrantes, ambulancias y patrullas en la ciudad de
México con los soldados al lado. A los nueve años uno se impacta
mucho con las imágenes, y los jóvenes sangrantes recordaban el
célebre video de The Doors,
The unknown soldier
. Jim Morrison
era fusilado y su sangre manchaba un ramo de claveles blancos, y
los chicos, aunque nos doblaban la edad, eran apenas unos años
mayores que nosotros cargando cuadernos y libros. Luego en
¿Por
qué?
un señor de barba larga, con gabardina oscura, de nombre
igual al mío, de pie, atento, rodeado siempre de jóvenes, ilusión
de todo profesor universitario, en un gran auditorio, dando clase,
haciendo un discurso, y luego en la cárcel, o en los separos de la
policía y no en la Universidad.
En la casa de La Florida había libros de José Revueltas de nom­
bres incomprensibles y alcances que rebasaban por mucho a la
mayoría de sus lectores. Hay que decirlo: mi tío no es un escritor
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