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Tema y variaciones de literatura 43
ban el país sería en su calidad de presos políticos, que no eran be­
neficiarios de una gracia o de un acto de voluntad presidencial.
Los tres quedaron libres en una atmosfera sumamente enrarecida
aún, misma que ofrecerá el 10 de junio de 1971 una nueva ma­
tanza. Libros hay sobre lo difícil de aquellos años, y uno que des­
taca es el del escritor Carlos Montemayor titulado
Guerra en el
paraíso
. Profesor de la
UAM
Azcapotzalco, cuando lo conocí de in­
mediato refirió el parentesco, lo cual me llevó a pensar, como en
otras ocasiones, lo ligada que se encuentra la familia con nuestra
Universidad. Gusto me da recordar a mi tía Andrea, profesora dis­
tinguida en la
UAM
Xochimilco.
En cuanto José Revueltas salió de la cárcel, dio cursos univer­
sitarios en San Francisco y San José, California, explicó marxismo
inspirado en las enseñanzas del filósofo francés Henri Lefebvre,
dio clases en la Facultad de Filosofía y Letras, tuvo éxito con su no­
vela
El apando
, llevada luego al cine con guión de José Agustín, se
dejó crecer el cabello, moda que no pocos escritores adquirieron,
entre ellos Julio Cortázar, curiosamente también nacido en 1914,
Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa y, por fin, se le vio en
la casa, en nuestra casa. El antecedente fue muy gracioso.
Resulta que la Universidad Nacional había editado una colec­
ción de discos en los cuales importantes escritores de Voz Viva de
México, es el nombre de tal edición, leían algunos de los textos pu­
blicados en sus libros. Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, Agustín Yáñez,
entre otros, formaban parte de tal colección en la cual se incluyó
también a José Revueltas. Un obsequio ocasional llevó a mi padre
a casa del escritor a quien le pidió una dedicatoria en el disco, no
recuerdo para qué destinatario. Un buen regalo: el disco autogra­
fiado. La dedicatoria fue memorable y al mostrarla a mi madre, ella
de inmediato tomó el disco, indignada, y comenzó a golpearnos.
Esa noche por poco no cenamos: de brutos futboleros fuimos ca­
talogados y lo peor del caso, es que fue con justificada razón.
Gran barullo. El escritor, la figura familiar por excelencia, ven­
dría a cenar un día cualquiera con nosotros: la casa por la ventana.
Eran los años de la secundaria, y la pregunta emergía desde luego
¿de qué hablar con José Revueltas? Fue mi papá por él a su casa,
ya vivía en Insurgentes sur enfrente de lo que fuera el cine Mana­
car en un edificio que aún existe de nombre Bertha a pocos pasos
de una gasolinería. Probablemente el doctor Vicente Torres podrá
dar mayores referencias del mismo, como de su departamento. En
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