Tema y Variaciones 43 - page 37

José S. Revueltas Valle
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En este terreno la existencia de un escritor encarcelado, poco co­
nocido en sus letras, criticado mordazmente y referido tanto por
Díaz Ordaz como por Fox Quesada, antípodas de Revueltas nece­
sariamente, aseguraba una continuidad felizmente vigente. Como
en los amores imposibles: ódiame pero no me olvides, permitió
socialmente sin proponérselo el surgimiento de la necesaria pre­
gunta sobre quién era y fue José Revueltas. En los dos presidentes
la referencia a mi tío sonaba a una ironía malsana; en la juventud,
a pesar de las ásperas críticas dirigidas a quien fue Premio Nobel
de Literatura en 1990, una coincidencia y un acierto que los her­
manan al célebre poeta más de lo que se imaginan; en octubre de
1969 dirá Paz: “Todavía están en la cárcel 200 estudiantes, varios
profesores universitarios y José Revueltas, uno de los mejores es­
critores de mi generación y uno de los hombres más puros de Mé­
xico”.
10
Linda cosa en verdad. Baste recordar que Revueltas y Paz
fueron amigos, que lo visitó en la cárcel en mayo de 1971, y que
mi tío siempre manifestó un gran cariño por su amigo. En carta a
mi tía Andrea dirá: “El domingo pasado vino a verme Octavio Paz.
Vino en compañía de Montes de Oca. Como siempre magnífico,
limpio, honrado, este gran Octavio a quien tenía más o menos
ocho años de no ver o algo así. Nuestro tema de conversación fue
Heberto Padilla”.
11
Baste traerlo meramente como una nota mar­
ginal: en 1984 tuve la oportunidad de hablar un momento con
Octavio Paz en un homenaje a Ramón Xirau en el auditorio de Ra­
dio
UNAM
. Me firmó un par de libros,
Sor Juana Inés de
la Cruz o
las trampas de
la fe,
y
El signo y el garabato.
Comenté que era so­
brino de José Revueltas y su amabilidad mostró de inmediato el
cariño que a mi tío había tenido, una sonrisa lo delató. Se despidió
con afecto de Lourdes y de mí.
La llegada a la presidencia de Luis Echeverría en diciembre del
año 1970 planteó una disyuntiva para los presos políticos. La con­
tinuidad de su proceso o la posibilidad de abandonar el país. Mu­
chos se adhirieron a la idea de sumarse al esfuerzo que Salvador
Allende llevaba a cabo en Chile, no Heberto Castillo ni José Re­
vueltas ni ese tipo admirable al que no he tratado pero que oí con
valor enfrentar al secretario de Educación en el sepelio del escritor,
Martín Dozal. Los tres fueron tajantes en reiterar que si abandona­
10 
Ibid
., p. 38.
11 
José Revueltas,
Las evocaciones requeridas II
,
op. cit.
, p. 217.
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