Tema y Variaciones 43 - page 54

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Tema y variaciones de literatura 43
que crecerá y dará salida al fuego que la tierra atesora en sus en-
trañas mediante erupciones que sepultarán su tierra y al pueblo
donde se ubica, víctima de un Apocalipsis que se cierne sobre
quienes ya de suyo lo viven a diario.
En una de sus novelas,
El luto humano
, el río se desborda y
arrasa todo a su paso y se lleva incluso lo que no tiene vida y en su
caja de inocente difunto, el cadáver navega con destino incierto y
enluta más aún a los deudos. En otro, un implacable prestamista
del barrio llega a su casa y poco a poco comienza a desnudarse y
así, en pelotas, como Dios lo trajo a este mundo, se descubre igual
que aquellos a quienes presta dinero para vivir de los réditos; im-
placable, exige los pagos y se advierte todopoderoso, a menos que
el reencuentro consigo mismo y en plena desnudez, le descubra
que en nada es distinto a los demás, excepto cuando actitud y ves-
timenta lo vuelven el implacable acreedor al que todos temen.
Revueltas tiene el don que permite fijar en el lector escenas
precisas que contraponen y complementan lo social con lo indivi-
dual, el tener con el ser. Un militante debe liquidar el costo de la
impresión de un periódico del partido, pero su hijo enfermo pu-
diera ser atendido médicamente si se dispone de lo ajeno. Pero
eso ajeno tiene un fin superior, libertario, plasmado en las páginas
del rotativo, y la lucha interna desgarra al individuo..
***
Cada lector tiene al José Revueltas de su predilección: el militante,
el teórico, el filósofo, el novelista, el hacedor de cuentos, el mili-
tante que conoció prisiones por defender sus posturas políticas; el
de las cartas a María Teresa (Retes) mostrando al íntimo persona­
je de tan variadas facetas; el de las foto con pelo largo y barba a
la Ho Chi Ming; el alcohólico que escribía a pesar de los tragos y
no por ellos…
En lo personal, prefiero al que el memorioso Enrique González
Rojo Arthur inmortaliza en el “Discurso de José Revueltas a los pe-
rros del Parque Hundido”. Y lo alucino en ese parque con la me-
lena al aire, las barbas despeinadas, el ánimo soliviantado por los
tragos y el perenne afán de rafaguear con palabras a una realidad
adversa.
Así lo imagino, pero en vez del Parque Hundido lo ubico aren-
gando a los cientos de perros que sobrepueblan Neza, que pululan
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