Tema y Variaciones 43 - page 62

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Tema y variaciones de literatura 43
Que era asunto nuestro, de las propias mujeres. Las jóvenes –a la sa-
zón Jovita tendría treinta años– tenemos nuestro deber de Dios, que
es casarnos, acostarnos con nuestros maridos, parir y criar a nuestros
hijos. Las ancianitas ya no pueden hacer nada de eso; la única obli-
gación que les queda es luchar por los derechos de la mujer en el
Centro Rosa Luxemburgo. (25-26).
Por designio de la comunidad de pescadores y campesinos acayu-
queños, se vuelven sagrados los dos nombres que subrayan la in-
tención del pueblo de delimitar y conjuntar la participación de los
diferentes grupos en la toma de decisiones: la Organización Rosa
Luxemburgo y la virgen de Catemaco, patrona a la que a partir de
la repartición equitativa del pescado para su venta, se le brindan
los esfuerzos de todos los pobladores para su festividad.
Al mismo tiempo, Acayucan tiene sus propias reglas (no escri-
tas) de justicia que difieren de los dictados del Comité Central del
Partido Comunista. Lo que se aprecia cuando Gregorio, después
de ser amenazado de muerte por Macario Mendoza, esbirro de los
hacendados, es defendido por la prostituta Epifanía, quien mata a
Mendoza antes de que actúe en contra de Gregorio. Su amor por
él la impulsa a hacer justicia por propia mano sin pensarlo dos ve-
ces; la vida de Gregorio estaba en peligro y no le queda otra alter-
nativa. Sin embargo, éste sabe que semejante acto justiciero no lo
comprenderá el Partido. Así que cuando encuentran el cuerpo de
Mendoza el día de la pesca, Gregorio sabe que el hecho será juz-
gado severamente:
–Pensó con fastidio en el Comité Central y en cómo sería recibido ahí
su informe, igual que si se tratara del de un anarquista; peor aún,
con el seguro riesgo de que lo interpretasen en el sentido de que se
trataba de un “asunto personal” donde intervenía una mujer ena-
morada de Gregorio. En otras palabras, ni siquiera como un caso po-
lítico aunque Macario era el jefe de los Guardias Blancas al servicio
de los hacendados.
“Allá arriba”, en el Comité Central, era imposible que compren-
diesen, no por falta de honradez para ello, sino porque simplemente
no podían ver las cosas a través del compacto tejido de fórmulas en
que estaban envueltos; no podían razonar sino dentro de la aritmé-
tica atroz que aplicaban a la vida. Era imposible, a menos de susti-
tuirlos a todos con gente un poco menos cadáver que ellos. La arit-
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